miércoles, 8 de mayo de 2013

Ocho de mayo




Escribo en la madrugada de un día que es festivo en muchos países europeos. No en el nuestro. Historias comunes con suficientes particularidades. Algo en principio tan nimio, fiesta aquí no fiesta allí, puede ser la clave de las diferencias más sustanciales que nos han ocurrido como sociedad en casi ochenta años. Toda una vida, o dos.

El 8 de mayo de hace 68 años el colapsado totalitarismo nazi se rindió incondicionalmente a la coalición dirigida por los EE.UU y la URSS, que resultaba victoriosa en el mayor enfrentamiento bélico padecido por la humanidad. Los herederos de la URSS no lo celebran hasta mañana. ¿Particularidades del calendario? Desde que supe, adolescente, que la revolución de octubre ocurrió en noviembre, nunca me volví a fiar del calendario. Todavía debió pasar un tiempo hasta que descubrí que no había un solo calendario.

Del mismo modo que parece que no hay una única justicia. Hace unas semanas, en un programa de radio desaparecido, escuché a un ex-magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Cantabria referirse a la utopía de la justicia igual para todos. Como a Santo Tomás Moro lo había leído casi al mismo tiempo del descubrimiento de la existencia de distintos calendarios y el significado de la utopía no se me ha olvidado, la constatación de que eso –todos iguales ante la justicia ciega- sigue siendo una utopía, descorazona. Cabrea. Pongamos que no hablo de una hija del rey, que hablo de un fenómeno bastante más extenso.

El 8 de mayo la guerra solo acabó en Europa. Tuvieron que pasar tres meses hasta que el bombardeo de las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, con la entonces novedosa bomba atómica, hizo que Japón también pidiera la paz incondicional. Japón y Alemania, Alemania y Japón, las derrotadas, pulverizadas, del final de aquella guerra, han tenido un enorme protagonismo en el tiempo que vino a continuación.

Japón no pasa por sus mejores momentos en los últimos tres lustros, pero Alemania está literalmente desbocada. Está dirigiendo Europa con un talante que, no me gusta decirlo, no está lejos del totalitarismo. ¿Qué ha pactado y con quién en los últimos tres años? Se ha limitado a imponer. En algún momento aflojará, antes o después de sus puñeteras elecciones del próximo septiembre, pero mientras tanto llevan años beneficiándose de los sufrimientos que han procurado a los demás, básicamente a los países del sur, pero cada vez más a casi todos. Francia es el ejemplo más reciente.

Alguien, no sé muy bien quien, debería hacer ver a los dirigentes alemanes- nunca se debe confundir a los dirigentes con el conjunto de las poblaciones- lo poco que les va a beneficiar, pongamos en la próxima generación, en sus relaciones con el resto del continente, el haberse aprovechado de esta manera de su posición de fuerza, económica, en este caso y afortunadamente. Las comparaciones con el pasado, anterior a la última guerra mundial que hoy celebra el aniversario de su final, son ya imparables e inevitables.

Una idea nefasta, que se escucha incluso a dirigentes del sur, que en otro tiempo hubieran sido los colaboracionistas, es que Alemania nos ha estado regalando dinero sonante para nuestros vicios. La unidad europea, nacida precisamente de las cenizas del continente en aquel momento, que a nosotros se nos negó durante cuarenta años, también ha saltado por los aires. Desgraciadamente, muy pocas alegrías en el aniversario. Explicarlo puede ayudar a superarlo.

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