Escribo en la madrugada de un día que es festivo en muchos
países europeos. No en el nuestro. Historias comunes con suficientes
particularidades. Algo en principio tan nimio, fiesta aquí no fiesta allí,
puede ser la clave de las diferencias más sustanciales que nos han ocurrido
como sociedad en casi ochenta años. Toda una vida, o dos.
El 8 de mayo de hace 68 años el colapsado totalitarismo nazi
se rindió incondicionalmente a la coalición dirigida por los EE.UU y la URSS,
que resultaba victoriosa en el mayor enfrentamiento bélico padecido por la
humanidad. Los herederos de la URSS no lo celebran hasta mañana.
¿Particularidades del calendario? Desde que supe, adolescente, que la
revolución de octubre ocurrió en noviembre, nunca me volví a fiar del
calendario. Todavía debió pasar un tiempo hasta que descubrí que no había un
solo calendario.
Del mismo modo que parece que no hay una única justicia.
Hace unas semanas, en un programa de radio desaparecido, escuché a un
ex-magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Cantabria referirse a la
utopía de la justicia igual para todos. Como a Santo Tomás Moro lo había leído
casi al mismo tiempo del descubrimiento de la existencia de distintos
calendarios y el significado de la utopía no se me ha olvidado, la constatación
de que eso –todos iguales ante la justicia ciega- sigue siendo una utopía,
descorazona. Cabrea. Pongamos que no hablo de una hija del rey, que hablo de un
fenómeno bastante más extenso.
El 8 de mayo la guerra solo acabó en Europa. Tuvieron que
pasar tres meses hasta que el bombardeo de las ciudades japonesas de Hiroshima
y Nagasaki, con la entonces novedosa bomba atómica, hizo que Japón también
pidiera la paz incondicional. Japón y Alemania, Alemania y Japón, las
derrotadas, pulverizadas, del final de aquella guerra, han tenido un enorme
protagonismo en el tiempo que vino a continuación.
Japón no pasa por sus mejores momentos en los últimos tres
lustros, pero Alemania está literalmente desbocada. Está dirigiendo Europa con
un talante que, no me gusta decirlo, no está lejos del totalitarismo. ¿Qué ha
pactado y con quién en los últimos tres años? Se ha limitado a imponer. En
algún momento aflojará, antes o después de sus puñeteras elecciones del próximo
septiembre, pero mientras tanto llevan años beneficiándose de los sufrimientos
que han procurado a los demás, básicamente a los países del sur, pero cada vez
más a casi todos. Francia es el ejemplo más reciente.
Alguien, no sé muy bien quien, debería hacer ver a los
dirigentes alemanes- nunca se debe confundir a los dirigentes con el conjunto
de las poblaciones- lo poco que les va a beneficiar, pongamos en la próxima
generación, en sus relaciones con el resto del continente, el haberse
aprovechado de esta manera de su posición de fuerza, económica, en este caso y
afortunadamente. Las comparaciones con el pasado, anterior a la última guerra
mundial que hoy celebra el aniversario de su final, son ya imparables e
inevitables.
Una idea nefasta, que se escucha incluso a dirigentes del
sur, que en otro tiempo hubieran sido los colaboracionistas, es que Alemania
nos ha estado regalando dinero sonante para nuestros vicios. La unidad europea,
nacida precisamente de las cenizas del continente en aquel momento, que a
nosotros se nos negó durante cuarenta años, también ha saltado por los aires. Desgraciadamente,
muy pocas alegrías en el aniversario. Explicarlo puede ayudar a superarlo.
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