El
titular hace referencia a lo que hace referencia y a las cientos de miles de
veces que lo usamos. Declaraciones recientes de los más altos cargos del
Partido Popular no hacen más que apoyar la pervivencia del fenómeno social
etiquetado en el titular. Pero rara vez se va más allá de lo evidente. Una
sociedad como la nuestra, que atravesó la mayor parte del siglo anterior
sometida a poderes políticos autoritarios, totalitarios, y que realizó la
transición a la democracia presente de la forma que se entendió por casi todos
como la única posible, arrastra secuelas.
Como
cuando la convalecencia de una larga enfermedad no sigue las pautas
recomendadas por los profesionales. En Italia, mucho más en Alemania, los
procesos de liquidación de sus regímenes totalitarios, se dieron a continuación
de la derrota militar de los mismos. Y se arrasó con ellos. Y también allí se
han dado procesos de renacimiento de los mismos. ¿Cómo es en nuestro caso? Donde
además ni siquiera se han dado casos de renacimiento de formaciones políticas
que se reclamen de aquello y que tengan algún éxito electoral… Si no recuerdo
mal todo lo que consiguió en algún momento la formación de Blas Piñar fue un
escaño por Madrid, o uno a escala nacional para el Parlamento Europeo.
Aquí
el fenómeno es mucho más sociológico que político. Y transversal. Como en el
poema de Blas de Otero, aquí no se salva ni Dios. Hoy, lunes 22 de abril de
2013, desde las siete de la mañana, cuando no he podido escuchar el programa de
radio con el que mi hijo y su socio intentaban ganarse la vida, he comprobado,
ya no lo necesitaba, no es que me haya tirado del árbol hoy mismo, pero he
comprobado que ese franquismo sociológico impregna hasta los tuétanos a muchos
de los que se creen inmunizados por su pertenencia, más o menos formal, a una
supuesta izquierda más o menos divina.
Al
margen de la ideología y el pensamiento de cada cual, el franquismo sociológico
se manifiesta en las redes clientelares que los partidos que tocan, o han
tocado poder, o aspiran a tocarlo, tejen y han tejido, con empresas y
profesionales. Y se trata de mantener la comedia, de buenos y malos, y quien
denuncia desde el minuto cero lo desfasado que en la actualidad resulta lo que
ya se conoce como el y tu más, resulta sospechoso. Si no
es incondicional no nos vale. Adhesión inquebrantable se denominaba en tiempos
históricamente recientes. Los principios del Movimiento, y no hablo de Física
sino de Política, siguen muy vigentes.
Este
blog, que había conseguido regularidad, los lunes, en las últimas semanas,
tenía un guión para hoy. El consejero del ramo de Madrid cree que manifestarse
a favor del sistema público de sanidad y contra su privatización despendolada,
la misma que está en marcha en Cantabria, es irse a las barricadas. Eso es
franquismo sociológico, la exageración, la criminalización de la protesta. Se
está contra Cantabria, contra España, si no se está con quien gobierna.
Un
lector, y amigo, no creo que tenga muchos lectores enemigos, de momento, me
señalaba que el final de la entrada de la semana pasada podía ser exagerado.
Iba en torno a Cospedal y el nazismo. No tuve otra intención, trato de
autolimitar la extensión de estas entradas, que relacionarlo con un principio
básico del totalitarismo moderno: Repetir una mentira tantas veces como haga
falta para que se tome por verdad. Hoy nadie me priva de añadir que no sólo el
PP o sus altos dirigentes se dedican a eso.
Por
otra parte, mi ingenuidad, a esta edad, se ha limitado mucho. Hace ya más de un
mes, en una entrada titulada “tanto que contar” se abordaba, con la discreción
necesaria el asunto de la información local y regional y su peligrosidad
profesional.
Y
no está mal que recuerde, si no lo hago yo se lo va a apropiar alguien, que con
todo el modo irónico on que se quiera, y lo fácil del asunto, el
parecido fonético y semántico entre Calabria y Cantabria tiene derechos de
copia y son míos. Sirvió para regocijo de unos cuando se estrenó. Ahora la
fiesta llega a todos. Son cosas de la democracia real, la del ciberespacio.
Esto.
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