La
mayoría de españoles, de tanto mirar hacia la Europa que ahora nos rige, a la
que en algún momento imploramos parecernos, de tanto mirar hacia el este, el
nordeste, olvidamos con frecuencia el oeste. Nuestros vecinos peninsulares. La
excepción puede encontrarse en las zonas más próximas a la frontera,
fundamentalmente en Galicia tan culturalmente emparentada.
Tampoco
es que al otro lado de la raya hayan sido especialmente cariñosos con nosotros,
al menos oficialmente, aunque las experiencias personales, cuando hemos
visitado el territorio de los vecinos, normalmente son más que positivas.
Después está el ejemplo de una figura universalmente reconocida del siglo XX,
el Nobel portugués José Saramago, vitalmente comprometida con los dos estados
ibéricos.
No
me resisto a citar también a Carlos Cano. El granadino, con María
la Portuguesa, hizo más por la fraternidad de los dos pueblos que la
mayoría de las políticas oficiales desde 1640, aunque su historia además de
amor tiene disparos, muerte y celos. O sea, la vida misma.
Mi
generación se vio sorprendida, dentro de un par de semanas se cumplirá el 39
aniversario, con la manera en que los vecinos se deshicieron de su dictadura.
Otro tema que nos había hermanado durante decenios. Recuerdo una carta de un amigo,
del que hace un año hice una referencia con motivo de su fallecimiento y la
bandera, tricolor, que envolvía su féretro.
El
en Valladolid y yo en Barcelona en aquel abril, recibí su misiva con este
párrafo textual: “No te jode, los vecinos se van a hacer progres antes que nosotros…”
No nos parecía que la oposición portuguesa lo tuviera más maduro que la nuestra
y sin embargo, la imagen del clavel en el cañón del fusil empezaba a dar la
vuelta al mundo.
Treinta
y nueve años más tarde está sucediendo algo parecido. Ahora a mayor gloria de
la división de poderes en un estado realmente democrático. Lo nuestro todavía
está por ver. Los vecinos ya han dictaminado. En una Europa en (de)construcción
quedan restos de la soberanía nacional que los poderosos (prepotentes) ignoran,
pero que la realidad, siempre tozuda, hace emerger.
Estoy
ensayando Grândola. Y el 25 cantaré. No sé si en solitario o con público. Los
vecinos han hecho que me deje en el tintero la institución del cuñado. Tan
nacional y patria. Afecta transversalmente a todos. El príncipe Felipe está
afectado por el marido de una de sus hermanas. Al otro ya lo ventilaron hace
tiempo. El presidente regional también tiene cuñados. En este caso parece que
el dolor de cabeza viene del hermano de la esposa. Al anterior presidente
también le han sacado una copla, o fado, con algún familiar de su esposa… Y
sigo sin esbozar una sonrisa ante un grito que literalmente parte (de risa) al
personal y que se sigue gritando en bares, playas y hasta en el monte… cuñaooooooooooooo! Pero seguramente es que todavía tienen que emerger más cuñados
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