Desde
la publicación de los últimos sondeos de opinión sobre intención de voto a
escala nacional, tengo la impresión de que una poderosa novedad no está siendo
resaltada. El hecho de que los dos grandes partidos, los que han gobernado en
España desde hace 30 años, no tengan en este momento una intención de voto, los
dos en conjunto, que alcance a la mitad del electorado es, en primer lugar, muy
nuevo. A partir de ahí se abren opciones. Habrá quien vea en ello un dato
esperanzador y quien crea que es el inicio del desastre anunciado, pero es
difícil negar la novedad.
En
torno a esa nueva realidad me había acosado una imagen que, como con las
pesadillas, he compartido con varios amigos. Manera tradicional de
desembarazarse de las mismas. Ya he ido dando mi opinión en los últimos meses
sobre el comportamiento tremendamente parecido, en asuntos básicos, de esos dos
grandes partidos, con el resultado de orfandad práctica que siente una parte
muy notable del electorado de izquierdas. Una amiga me decía que
es una pena que dibuje tan mal. Yo dibujo muy mal. Nunca he aprendido a hacerlo
de una manera medianamente digna.
Pero
ella captó muy bien la imagen. Dos cuerpos abrazados se despeñaban, supongo que
con una velocidad uniformemente acelerada, y con alguno de los principios
básicos de Newton haciéndose evidente. Si los dos grandes partidos se despeñan,
¿quién pierde considerablemente más? Si en la próxima legislatura, empiece en
2015 o antes, se necesita algo parecido a un gobierno de salvación nacional
para conseguir una mayoría parlamentaria, lo que hasta ahora había sido una
broma de mal gusto, que va calando progresivamente, pasará a ser una realidad:
PPSOE
A
partir de ahí, ¿a quién se le ciega el futuro? Cuando alguien que parece que
sigue siendo una referencia entre algún sector de la izquierda española, como
Felipe González, se permite hacer las declaraciones que ha hecho hace unos días
en relación con los afectados por los desahucios y no se alza una ola de
indignación en su propio partido, a ese partido le ha pasado algo muy notable.
Pero es que en el propio Congreso de los Diputados, otra referencia del
socialismo español, Chaves, se tiene que emplear a fondo con lo que debe
considerar diputados díscolos. Odón Elorza, por ejemplo. Diputados que tratan
de sintonizar, en una situación realmente comprometida, con quienes peor lo
están pasando. Algo que hasta ahora era consustancial en el discurso de la
izquierda.
Otra
referencia del socialismo español, a quien personalmente profeso un respeto muy superior, Ramón Jáuregui, firma la misma
semana, la pasada, en su blog, unas impresiones sobre la monarquía actual y la
posibilidad de una alternativa republicana que podía haber salido del gabinete
de la Casa Real… La pregunta es evidente. La gran conferencia catártica que al
parecer prepara el partido socialista para el otoño ¿puede llegar tarde? Y si
la participación en las primarias más abiertas del continente llega cuando una
parte sustancial de sus destinatarios ya no tiene ganas ni de que le
identifiquen como simpatizante?
Cabe
la posibilidad de que la reacción, como tantas veces, sea echar la culpa al
empedrado. Mientras, el ministro del interior-que en ese futuro gobierno de concentración puede ser socialista para mayor diversión- lamentará el sufrimiento del hijo de alguna ministra o la señora Cospedal, entre funeral y funeral de diputados
suicidados por no soportar la situación de sus escaños, se permitirá seguir insultando a
los más castigados. María Dolores, ya que lo preguntas, nazi, nazi, lo que se dice una nazi, eso eres tu
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