lunes, 15 de abril de 2013

Caída libre




Desde la publicación de los últimos sondeos de opinión sobre intención de voto a escala nacional, tengo la impresión de que una poderosa novedad no está siendo resaltada. El hecho de que los dos grandes partidos, los que han gobernado en España desde hace 30 años, no tengan en este momento una intención de voto, los dos en conjunto, que alcance a la mitad del electorado es, en primer lugar, muy nuevo. A partir de ahí se abren opciones. Habrá quien vea en ello un dato esperanzador y quien crea que es el inicio del desastre anunciado, pero es difícil negar la novedad.

En torno a esa nueva realidad me había acosado una imagen que, como con las pesadillas, he compartido con varios amigos. Manera tradicional de desembarazarse de las mismas. Ya he ido dando mi opinión en los últimos meses sobre el comportamiento tremendamente parecido, en asuntos básicos, de esos dos grandes partidos, con el resultado de orfandad práctica que siente una parte muy notable del electorado de izquierdas. Una amiga me decía que es una pena que dibuje tan mal. Yo dibujo muy mal. Nunca he aprendido a hacerlo de una manera medianamente digna.

Pero ella captó muy bien la imagen. Dos cuerpos abrazados se despeñaban, supongo que con una velocidad uniformemente acelerada, y con alguno de los principios básicos de Newton haciéndose evidente. Si los dos grandes partidos se despeñan, ¿quién pierde considerablemente más? Si en la próxima legislatura, empiece en 2015 o antes, se necesita algo parecido a un gobierno de salvación nacional para conseguir una mayoría parlamentaria, lo que hasta ahora había sido una broma de mal gusto, que va calando progresivamente, pasará a ser una realidad: PPSOE

A partir de ahí, ¿a quién se le ciega el futuro? Cuando alguien que parece que sigue siendo una referencia entre algún sector de la izquierda española, como Felipe González, se permite hacer las declaraciones que ha hecho hace unos días en relación con los afectados por los desahucios y no se alza una ola de indignación en su propio partido, a ese partido le ha pasado algo muy notable. Pero es que en el propio Congreso de los Diputados, otra referencia del socialismo español, Chaves, se tiene que emplear a fondo con lo que debe considerar diputados díscolos. Odón Elorza, por ejemplo. Diputados que tratan de sintonizar, en una situación realmente comprometida, con quienes peor lo están pasando. Algo que hasta ahora era consustancial en el discurso de la izquierda.

Otra referencia del socialismo español, a quien personalmente profeso un respeto muy superior, Ramón Jáuregui, firma la misma semana, la pasada, en su blog, unas impresiones sobre la monarquía actual y la posibilidad de una alternativa republicana que podía haber salido del gabinete de la Casa Real… La pregunta es evidente. La gran conferencia catártica que al parecer prepara el partido socialista para el otoño ¿puede llegar tarde? Y si la participación en las primarias más abiertas del continente llega cuando una parte sustancial de sus destinatarios ya no tiene ganas ni de que le identifiquen como simpatizante?

Cabe la posibilidad de que la reacción, como tantas veces, sea echar la culpa al empedrado. Mientras, el ministro del interior-que en ese futuro gobierno de concentración puede ser socialista para mayor diversión- lamentará el sufrimiento del hijo de alguna ministra o la señora Cospedal, entre funeral y funeral de diputados suicidados por no soportar la situación de sus escaños, se permitirá seguir insultando a los más castigados. María Dolores, ya que lo preguntas, nazi, nazi, lo que se dice una nazi, eso eres tu


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