Ambas festividades celebramos hoy. Aquí amaneció limpio pero antes de las diez el suelo estaba mojado y no ha parado en toda la mañana. Así, la tradición considera que lo peor del invierno ya ha pasado. A ver cómo amanece en Pensilvania, si luce el sol o no, con un resultado parecido al de nuestra lluvia. No es obligatorio creérselo pero hay tradiciones peores. Núñez Feijóo es muy probable que espere a ver la sombra de la marmota, o no, para posicionarse en lo que toque este próximo miércoles. Su grado de (in)coherencia hace mucho que ha dejado de ser noticia.
El pasado viernes tuve que buscar en la red de redes para
verificar si lo que me parecía que había escuchado en la radio, en ese momento
en que esperas a que el café se convierta en líquido, era lo que me había
parecido haber escuchado. Y sí. No estaba tan dormido. Un joven –de la edad de
mi hijo- un tanto irónico, graciosillo a
veces, tiene columna fija los viernes en esa emisora. Cerraba este viernes con
una censura a las pensiones máximas. Lo dice desde un puesto al que los
Presupuestos Generales del Estado dotan, según el portal de transparencia del
Instituto Cervantes, de una cantidad aproximadamente del doble del importe de
la pensión máxima. Y tres asteriscos que no me he molestado en entender bien
pero que seguramente ocultan un suplemento por residencia, en Roma. Todo ello
facilitado por este gobierno bolchevique que padecemos.
No parece que a ese gobierno le haya importado mucho su
curriculum de escritor de los discursos de Rajoy y Cospedal.
Supongo que sus intervenciones en los medios de PRISA no serán gratis. Claro
que sí, señor Peyró, que tú lo
vales. Más tenías que cobrar, como cuando estuviste en Londres en el mismo
puesto de director, porque tú lo vales. Sigue haciendo méritos y te contratarán
en un Banco o una energética y ganarás aún más y ya censurarás el salario
mínimo. Y no serías el primero. Y si cotizas por lo que realmente ingresas y si
no cambia el sistema, dentro de veinte años, el mero hecho de que exista una
pensión máxima te perjudicará. Nos pasa a otros. A tu edad yo había cotizado ya
24 años. 16 de ellos en la categoría más cara. Y me faltaban otros tantos antes de jubilarme
anticipadamente. Y podría cobrar menos, naturalmente, y accedería a ello si me
dejasen a mí poner orden en el conjunto de sueldos que salen de los impuestos
de todos. Y de las cotizaciones de los que cotizan de verdad por todo lo que
ingresan. Sin trampillas más o menos legales.
La otra cara de la semana tiene para mí dos protagonistas. El de casa, Nicolás Sartorius, con el mérito añadido de no haber ocupado nunca el lugar al que podía haber estado predestinado por razón de cuna, sigue manteniendo una coherencia intelectual que no se ha visto afectada en ningún momento y el hombre tiene ya una edad. Ha publicado el jueves en Infolibre una Tribuna titulada “Táctica de las cuatro fases” que me parece el análisis más lúcido y completo para explicar la España de los últimos tiempos. Algo que no es fácil. Hace tres semanas, en Barrabás, yo lo intenté pero me quedé a años luz del maestro Nicolás. La aparente incoherencia con que se expresan los ciudadanos en las investigaciones sociológicas, demuestra que las campañas del mal organizado, funcionan en las dos orillas del Atlántico.
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