80 años después y 72 horas antes, no puedo evitarlo y me pongo a escribir. No sé si me planteo un dilema tipo huevo/gallina. No soy capaz de recordar si el desembarco del 6 de junio en Normandía ya me había fascinado antes o fue a partir del estreno de “El día más largo” en el cine Capitol. Era 1963. Y yo todavía no había cumplido trece años. Es cierto que las lecturas sobre la Segunda Guerra Mundial sí que me habían atraído antes de esa fecha.
Las ceremonias de hoy en Francia me
han dejado algunas pilosidades como almidonadas. Es otra cosa que me ocurre.
Escucho el Canto de los partisanos/Le
chant des partisans, y hoy ha sonado mucho, y me emociono. Emu aux larmes, les he dicho a un par de
amigos franceses, emocionado hasta que saltan las lágrimas…
https://youtu.be/ey_7JeK--u8?feature=shared
De eso han pasado ochenta años. Hay
veteranos que han podido asistir. Algunos mintieron sobre su edad para poder
enrolarse. Hoy, ochenta años más tarde, los más jóvenes tienen 96. Y faltan
tres días para que formemos un nuevo Palamento europeo. De hecho en algunos de
los países miembros de la Unión ya han empezado a votar, aunque la mayoría lo
haremos el domingo.
Ochenta años son suficientes, al
parecer, para que olvidemos mucho. Casi todo. Como la desmemoria sobre lo
ocurrido en Europa en el denominado periodo de entreguerras, hace ya un siglo, que desembocó en la mayor locura de la Historia de la humanidad. Y las bases de lo
que hoy conocemos como Unión Europea se pusieron en la inmediata postguerra
–Tratado de París de 1951 y de Roma de 1957- y muchas veces, algunos nos hemos
impacientado por lo lento del proceso. Y ahora ya hay quien declara
abiertamente que el objetivo es volar la estructura de la Unión desde dentro.
La extrema derecha ha alcanzado un grado de sinceridad que acojona, la verdad.
La cita no puede ser otra que votar.
Votar a quien indiscutiblemente ha sido puntal de la construcción europea y lo
sigue siendo. Sin concesiones oportunistas como las que en las últimas semanas
hemos visto a muchos sectores de los populares europeos. Nadie les va a
discutir su papel en la construcción hasta estas elecciones. Ahora, con las
concesiones que están dispuestos a hacer a los neonazis de distinto signo- no
me invento nada, han empezado a examinar el adn de la extrema derecha porque quieren
discriminar entre esa peligrosa tribu- y salvar lo suficiente para gobernar la
Unión con menos frenos ecológicos y sociales. Si alguien habló alguna vez de la
Europa de los mercaderes, los populares ahora les dan la razón. Parece un error
del calibre más grueso.
No desdeño en absoluto el frente
interno. En España las elecciones europeas del domingo vuelven a tener carácter
plebiscitario. Derecha y extrema derecha han sacado del armario algunos aliados
que visten puñetas en sus hábitos de trabajo. No sé si me hubiera atrevido a
haberlo escrito ayer. Pero hoy, al fin, ya hay ministros que no se han cortado
con el temita, para escándalo de las pieles finas. La división de poderes no está reñida con el gusto por la fruta. Transversalidad al canto.
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