No estamos acostumbrados. De ahí la repercusión. Uno de esos héroes modernos que ganan cifras fabulosas por saber tocar un balón, ha hecho declaraciones llenas de sensatez y se ha montado un nuevo universo paralelo. La síntesis, una apuesta por la diversidad, la tolerancia y el respeto. Sabe de lo que habla. Creció en un barrio periférico rodeado de lo que un presidente francés, de poca estatura física y aún menor estatura política, llamó chusma cuando estallaron disturbios de protesta contra la desigualdad y la intolerancia en esos barrios. Todavía no hace veinte años. Kylian Mbappé estaba en primero de Primaria y Sarkozy no había alcanzado el Elíseo, aún era ministro del Interior.
Como cuando estalló el asunto de Rubiales y Hermoso, algún jugador de la selección española no ha estado a la altura a la hora de enjuiciar las declaraciones del francés de ascendencia camerunesa. Y es necesario escucharlas con cuidado porque no son las declaraciones de ningún agitador. De hecho son bastante moderadas. Ha señalado lo peligroso que resulta votar a los extremos. Los fascistas se han dado por aludidos y la prensa deportiva española parece que también. No he conseguido ver si en el otro extremo también ha habido reacciones.
No sé si Mbappé tiene idea del perfil
político medio de la hinchada de su nuevo equipo, pero Macron puede resultar algo
bolchevique en el Bernabeu. El mayor contenido político, a mi juicio, de esas
declaraciones ha sido el llamamiento a la juventud entre la que sin duda cuenta
con millones de seguidores. Cada voto cuenta.
Y hoy recorto los intermedios y paso a local sin transiciones. La semana pasada he visitado el Museo. Años de cierre tras un incendio poco aclarado, una buena rehabilitación, una entrada principal distinta a la que había en la etapa anterior, más y mejor luz, supongo que aproximadamente los mismos fondos, de cierto interés y el Bellas Artes de toda la vida, ahora MAS, que es más moderno, ha restaurado una placa que, limpia, puede avergonzar un poco más. Habiendo empezado por Mbappé, que haya que entrar al Museo local pasando por debajo de esa leyenda… ¿Qué entiende el equipo de gobierno del Ayuntamiento de la capital, su alcaldesa y su concejala de Cultura, por raza? Ya se sabe lo duros que eran los tiempos en 1947, pero ¿Es necesario mantener esa leyenda?
Con otros rótulos del nomenclátor de
calles este Ayuntamiento es mucho más perezoso. Ya hace años la alcaldesa
declaró que cumplirían la ley – de Memoria- poco a poco. Y así, miles de
vecinos tienen su residencia en calles con nombres condenados por la ley. Alonso Vega y General Dávila como ejemplos más notables. Ayer unas docenas de
ciudadanos han vuelto a recurrir a la fiscalía que ya hace un año descartó
intervenir. Sin embargo no ha habido ningún contencioso para denominar plaza de
Emilio Botín al centro de los
Jardines de Pereda en los que, que se sepa, ningún humano tiene su domicilio.
Es posible que la ciudad cambie de
nombre, Botinburgo tendría muchos
partidarios, y además se podrían acortar polémicas que surgen con frecuencia en
las redes sociales sobre la evolución del nombre de Santander. Desde Sant Ander,
con apoyo en alguna cartografía medieval, a Sancti Emetherii, en el fuero de
1187 concedido por el rey Alfonso VIII
de Castilla -calle mínima y sin
viviendas- y su esposa Leonor Plantagenet,
todavía ausente del callejero.
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