Con todo el poder que ha ido reuniendo el primero de septiembre, como inicio de lo nuevo de verdad, el curso académico, político, económico…últimamente tengo la sensación de que el primero de enero, o los primeros días de enero, al menos aquí después del día de Reyes, han vuelto a ganar protagonismo. Un acto que empieza a marcar calendario, sin ser exactamente una novedad: El ensayo de golpe de estado en Brasilia se había producido casi milimétricamente igual en Washington dos años antes. O sea, que además de carnavales anticipados, -aquí estamos en división de honor gracias a la Vijanera-, se puede estar poniendo de moda un empujón a las instituciones, por comprobar si las fiestas nos han dejado absolutamente dormidos. De momento en España se queda todo en oralidad. Nuestros conservadores pueden pensar que eso es como el sexo oral: Hablar de sexo. Salvo la señora Gamarra, que encontró vías para no condenar la intentona brasileña y cargarlo todo a la cuenta de Pedro Sánchez. Mucho más que oralidad.
Fue bastante bonito pensar que teníamos un país normalizado, los años 80 y los 90, con alternancia en el gobierno, con dos opciones, se supone que moderadas, aunque cada una con su inclinación natural… La fiesta del milenio acabó con toda esa sensación. La mayoría absoluta del PP en marzo de 2000 supuso la nueva etapa definida por los propios como “sin complejos” y, se supone que las dos legislaturas de Rodíguez Zapatero vieron la radicalización del PSOE. Después vino lo que algún propio denominó la etapa de Maricomplejines y desde el verano de 2018, el infierno según los propios anteriores.
Todo, todo, muy exagerado. El término hipérbole ha ganado tantos puntos en las crónicas, que el máximo dirigente popular ya lo emplea, ayer mismo, como excusa: “Nadie vaya a pensar que esto que estoy diciendo ahora mismo es una hipérbole…” Alguna vez alguien hará recuento de las veces que se ha roto todo en estos últimos cuatro años y medio. Y provocará sonrisas y sonrojos. En lo que va de milenio ha habido dos enormes crisis institucionales en España. Las dos en relación con asuntos territoriales supuestamente mal resueltos. La primera en Euskadi: Entre 2001 y 2003, con ETA actuando a su estilo, se debatía un nuevo Estatuto para esa comunidad…el denominado Plan Ibarretxe llegó a las Cortes españolas ya en la etapa de ZP y fue ampliamente rechazado. Recordar las fechas no es mal ejercicio. Los primeros hervores, cuando se podía haber negociado otra salida, se dieron en el marco de aquella mayoría absoluta de Aznar.
El desastre catalán ha sido mucho más reciente y todas las fases de ebullición hasta la crisis final, se han dado bajo la presidencia de Rajoy. Todo lo que hemos visto posteriormente en relación con el Tribunal Constitucional, hasta hoy mismo, el mes pasado… ya tuvo un peligroso antecedente: Las deliberaciones, impugnaciones, recusaciones… que después de cuatro años, cuatro, entre 2006 y 2010, cepillaron, en versión de Alfonso Guerra, el nuevo estatuto de autonomía para Catalunya, aprobado por el Parlament, los ciudadanos catalanes en referéndum y las Cortes Españolas. Polvos y lodos y algunos que parece que siempre han pasado por ahí silbando y mirando al techo. Incluidos los dirigentes de ERC, afamados partidarios de morder y sorber, de estar en misa y en el campanario; con Macron y en la manifestación contraria… Y no es nuevo.Y no mucho más. La competición entre hechos y relato de los mismos, que incluye la mentira en versión hecho alternativo, va a seguir; es tendencia dominante de momento. A la sociología de ancho métrico sobre si hemos notado la bajada del IVA en algunos alimentos básicos, vendrá, a finales de mes, la sociología de ancho europeo o ibérico, y veremos cuántos/as pensionistas/os critican la subida de su mensualidad ajustada al IPC por primera vez en mucho tiempo o en toda la Historia del sistema de pensiones español. Un gran momento para autores pegados a los hechos y un poco difícil para quienes priorizan el relato. Pero tampoco es imposible que se le de la vuelta.
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