domingo, 21 de agosto de 2022

Agosto singular

Cosas de la vida. Si en septiembre u octubre alguien aprecia que me largo a un viaje que pueda parecer fastuoso, que sepa, anticipadamente, que este verano estoy muy al pie del cañón. Un fin de semana junto a Comillas, en julio, y tres días en la Alcarria de Cuenca hace unas horas. Esas han sido mis notas del extra de verano. Sencillas a más no poder. Además estoy ya con la mudanza número cuatro de los últimos seis años. Los que va a cumplir mi nieta, Olivia. El nieto, Diego, ha cumplido cuatro y ha sido el motivo del viaje a la Alcarria. Estaban allí. En el pueblo al que su padre llegó con cuatro meses y que ha adoptado como su pueblo después de más de cuarenta años de visitas. Un pueblo con una luz muy especial y donde las golondrinas ya se están concentrando para su viaje anual hacia el sur....


Como si no pasara nada. Un pueblo cuya fachada de la iglesia cuenta con un adorno extemporáneo… No me ha sido posible, tampoco he tratado de evitarlo, recordar otro viaje veraniego. De hace cuarenta y nueve años. Yo acababa de terminar el servicio militar y estaba demorando la reincorporación a mi puesto de trabajo. De hecho, aguanté hasta principios de septiembre. Después de quince meses con el uniforme, el verano era más apetecible en Santander que en Barcelona. Pero  a finales de julio fui unos días a Barcelona. Que no se entere nadie. El vuelo de AVIACO hacía entonces escala en Fuenterrabía. Volví con una de mis hermanas a punto de dar a luz y con los cuatro hermanos mayores de Nacho, mi sobrino, nacido el 14 de agosto de 1973 y que no ha podido celebrar su 49 cumpleaños. La enfermedad se lo llevó poco después de cumplir los 48. Hay constancia en este blog en septiembre del año pasado… Es asombroso como, algunas veces, podemos lidiar con el dolor como si se tratase de otra cosa.

Una nota para recordar. Para que haya constancia. El miércoles, cuando salí de esta ciudad, parecía que estábamos en algún lugar de clima monzónico. En un verano extremadamente seco y caluroso, la lluvia del 17 de agosto –hacía casi seis meses, desde principios de marzo, que no teníamos ración semejante y eso aquí es noticia- impresionaba más. La A-67, hasta Torrelavega, parecía discurrir por un trópico húmedo… El respiro, en general, ha sido bien acogido. Y las noches alcarreñas, allí no se andan con medianías, han sido muy frescas. Casi frías: Agosto, frío al rostro. Y sus estrellas, las estrellas de todos pero que allí se ven mejor. Y su embalse. Con poca agua pero más que suficiente para algunos buenos chapuzones.

Incendios, aquí y fuera; tormentas, aquí y fuera; rifirrafes entre dirigentes políticos, más aquí que fuera; huelgas en el Reino Unido como no se habían visto desde la época de Thatcher. La guerra en Ucrania a punto de cumplir seis meses y las previsiones de un invierno entre duro y muy duro, pueden ayudar a que no disfrutemos de lo que queda y aún quedan días de verano…

2 comentarios:

  1. La muy católica fachada, que una búsqueda somera ubica en Buendía, viene a recordarnos que todo pasa y todo queda... según se mire. Lo cual que el afán 'revolucionario' que de vez en cuando acomete al sapiens bien pudiera ser un espejismo. Como fuere, lecturas que el doctor Alzheimer irá borrando me traen una duda: ¿Seguirá por allí Armando Mondéjar López, que es un niño preguntón, con el pelo del color del pimentón?

    ResponderEliminar
  2. En ese pueblo hay cierto culto a Godoy y a alguna reina que parece que coincidía por allí con él, pero CJC o no pasó o lo hizo en plan Mr Marshall. Saludos, Herr Doktor

    ResponderEliminar