sábado, 19 de marzo de 2022

Triple A

 


No tengo el suficiente conocimiento del Antiguo Testamento como para asegurar en público que entre el Armagedón y el Apocalipsis no haya ninguna diferencia.  Pero estoy bastante seguro de que responden a conceptos muy próximos en el caso de que no sean exactamente iguales. Es el final. El final del tiempo, de la Humanidad, y de una manera catastrófica. Pongamos la última guerra mundial. Por si no fuera suficiente el segundo aniversario del estado de alarma y la erupción de La Palma, y la guerra en Ucrania, desde el lunes al jueves tuvimos una nube de procedencia sahariana que decoraba medio continente. Pero el Apocalipsis respecto al Sahara llegó el viernes, cuando se retiró la nube. Cuando se retiró la nube quedó el efecto. Efecto cartas de amor entre nuestro gobierno y el tirano del país vecino, aprovechando que en el circo planetario el foco está puesto en otra pista. Ellos vuelven al amor y los engañados, otra vez, son los saharauis.

Probablemente en 1992, en Cuba, no tenían un tiempo espléndido, se les había caído el sostén del sistema y ellos trataban de seguir tirando. Y han tirado, no muy bien, treinta años más... De ese año es un disco de uno de mis cantantes de referencia, Silvio Rodríguez, del que en algún momento, en alguna entrada de este blog, ya ha aparecido alguna de sus canciones. En el Juego que me regaló un 6 de enero, dice Silvio que en:

El día del Armagedón no quiero estar tras la puerta,

sino soñando bien alerta donde esté a salvo del perdón…

Es un poema de descreídos, de ateos que siguen sin creer, aunque un éxito del momento insista en que hay milagros que solo pueden venir del cielo. Del cielo saharaui parece que solo puede venir polvo en suspensión y toda la desesperanza del mundo.

No es que el guionista se haya chiflado, es que, como siempre, la realidad le da cien vueltas a la ficción. Los guionistas de Borgen, -ahora que, con diez años de retraso, estoy viendo la serie-, son de parvulario en comparación con otro Rodríguez, Miguel Ángel, que con una marioneta algo más joven  que doña Rogelia ha conseguido trastocar todo en el seno del partido que podría gobernar otra vez este país, una vez que el gobierno actual se despeñe por el lado de sus muchas incongruencias. Yo no me siento más radical que ayer. Son otros los que han cambiado, a peor. Yo he jugado al posibilismo, incluso al voto útil. Se acabó. Desde aquí se lo anuncio a las señoras y señores del gobierno, de los dos partidos del gobierno, conmigo no deben contar para nada.


Falta la tercera “A” del titular, y no se me ha olvidado: Apocalipsis, Armagedón y a-tomar-por… Y el único guiño a la esperanza, antes de que nos empiecen a acunar con lo serio y lo realista y lo posibilista de la solución final, es que seguimos en pie. Muchos vamos a seguir en pie: Aunque sin rey mago, sigo en pie. Así termina El juego que me regaló un 6 de enero, de Silvio.



No hay comentarios:

Publicar un comentario