lunes, 21 de febrero de 2022

Los Juglares y la guerra

 


No había estado en Madrid desde antes de la pandemia. El declive de la sexta ola y una invitación para acudir al teatro, han hecho que visite de nuevo la capital. Yo, por historia de vida personal, soy más de la otra metrópoli española, pero Madrid vale una obra de teatro, tanto o más que la misa de París. Lo peor es que los Juglares, supongo que ya no les importa que se les traduzca, ya no son lo que eran. No hablo de su buen trabajo en el escenario, que ahí sigue. Hablo de su línea de ruptura con el poder. Debuté como espectador de su obra antes de la muerte del dictador. Su Serrallonga, cuando no llevaba mucho tiempo en Barcelona, me hizo acercarme a alguno de los referentes de aquella tierra. Irreverentes con la dictadura, con los poderes de la Transición, la Torna, Ubú, Teledeum… No he visto esa frescura ni ese afán de agredir al poder en Aristófanes. Desde luego, actuando en un teatro de la Comunidad de Madrid, ni la más mínima alusión a su presidenta y solo una, muy chabacana, al actual inquilino de la Moncloa. Pena, penita, pena.

Y la guerra no era en Ucrania.  Por primera vez en mi vida, la afirmación me hace estar de acuerdo con Aznar. Y la importancia de la familia. Deberé vigilarme, pero otra vez de acuerdo con todos los contendientes. Para mí, también es lo más importante. Pero mi familia cercana es en castellano. Después, está la famiglia. Un periodista de referencia para mí, Oscar Allende, afirma que aquí todos somos primos. En otros lugares o lo son o se lo hacen. Hacer el primo, es un bonito giro de nuestra lengua. Hay una versión moderna, pagafantas, que también ha salido estos días, pero a mí me gusta la versión clásica. Tengo una edad.

El resultado del partido, de la guerra civil interna del PP, todavía es incierto. En tres días todo parece haber estallado. El hooliganismo de todos los colores ya ha anunciado el marcador final. Pero las cabeceras de la prensa amiga no son unánimes. Y puede quedar todavía alguna actuación judicial aunque casi nadie la  espere ya. Pese a que de lo que se habla, nadie debería olvidarlo, es del despilfarro de dinero público para llenar la cartera de un familiar directo. El desprestigio de la POLITICA, en general, solo favorece a los carroñeros. Incluso haciendo esfuerzos, no hay que  alegrarse y eso no quiere decir que actuaciones dignas del superagente 86 o del inspector Clouseau no nos hagan gracia. Sin olvidar a Mortadelo.

 Después, también hay que considerar que el PP es un partido con lazos especiales con el PC chino, establecidos por Cospedal. No me lo invento. La noticia, del día de Sant Jordi de 2013, sigue en la página oficial del partido. Así, los abrazos con los líderes amados, sugeridos por el diputado Casero, parece que inundaron las redes en la tarde-noche del jueves…Pero ha debido ser más grueso lo de ayer domingo ante la sede de la calle Génova. Aquella que iban a vender para olvidar el pasado… Como casi siempre, o llego tarde o demasiado pronto. Mi foto personal ante esa sede ni la reproduzco. Es del sábado a la hora del vermú y salvo un cámara de TV3, allí no había nadie. La mañana estaba fresca en la capital. El domingo salió el sol.

 Y casi nada más.  A Ucrania y las Cortes de Valladolid les ha salido una competencia en las primeras páginas que nadie esperaba tan pronto. Si la séptima ola de la pandemia se retrasa o no llega, los lanzadores de huesos de aceitunas, las dolorosas con experiencia en redes sociales de perros y los líderes de cartón piedra tendrán su espacio de relumbrón en las próximas semanas. Sin olvidar al guionista de lujo que cuando se aburra de la política tendrá hueco en la plantilla de Netflix. ¡Ay MAR, qué malote eres!

 

 

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