Sí. Es la tercera semana consecutiva abordando ese tema. Es por donde me estoy moviendo. El próximo jueves, día 25, vuelvo a presentar un documental en la Filmoteca de Cantabria. Marcos y Vida, es el homenaje que su hijo Marcos Macarro ha hecho a sus padres, Vida Sender y Fernando Macarro. Fernando Macarro, fallecido ahora hace cinco años, no era muy conocido con su verdadero nombre: Marcos Ana puede tener un (re)conocimiento mayor. Fue el preso político que más noches pasó en las prisiones franquistas. Muchas de ellas esperando que fuera la última. Allí empezó a escribir. “Si salgo un día a la vida…mi casa no tendrá llaves.”
El documental de su hijo aborda el tema de la memoria en su doble aspecto: La que iba perdiendo su madre y la que nos ocultaron de su padre. Los falsificadores de la Historia han tenido hasta ahora mejor acogida que otros falsificadores. Parece que no hay leyes que penalicen falsificar la Historia como las hay para quienes lo hacen con las monedas o joyas falsas. Es parte de nuestra excepcionalidad. La falsificación de la Historia es un intento universal, al menos desde la publicación de Fukuyama, aquel glorioso año 1992, anunciando a bombo y platillo el final de esa Historia. Pero como en algunos recursos turísticos, lo nuestro es diferente.
Que después de 1945 pervivieran en
la Península Ibérica dos regímenes totalitarios semejantes a los derrotados en
la II Guerra Mundial, es una excepción en el marco de la Europa occidental. Que
los vecinos portugueses se sacudieran su régimen de una manera distinta a la
nuestra, nos ha dejado solos con nuestro tema. La timidez de los gobiernos de
España al abordar esa excepcionalidad quiero suponer que ocupará páginas en los
libros de Historia del futuro. Nuestra democracia es la única en Europa
occidental que homenajea poco, tarde y
mal a los que lucharon por ella.
Y esa excepcionalidad también ayuda a entender algunas de nuestras excepciones actuales. La mayor, con diferencia, que nuestros conservadores no tengan el más mínimo remilgo a la hora de acoger a la extrema derecha en sus arreglos postelectorales. La verdadera dimensión del actual dirigente conservador se va a ver más en ese terreno que en las ocurrencias diarias con las que adorna las portadas de la prensa afín. Sus ensayos sobre la energía solar, sobre la acumulación y transporte de la energía en general, no le van a llevar a ningún altar académico. Una escritora como Berna González Harbour dudaba esta misma semana en un programa radiofónico. No se podía creer que Casado sea tan bobo. Ahí tenemos a su colega y sin embargo rival Díaz Ayuso, que ya no se sabe cuándo es y cuándo interpreta su propio personaje.
La semana nos ha dejado otra de arena de los empresarios españoles. El espejismo de los acuerdos durante la pandemia se va desvaneciendo. El aumento del salario mínimo fue el primer gran desacuerdo –hay que recordar que se trataba de unos céntimos diarios-. Ahora, otro aumento no muy significativo de las cotizaciones que pueda robustecer el sistema público de pensiones, ha vuelto a no ser posible. Creo que entiendo bastante bien que cada individuo y cada colectivo defienda sus intereses. Pero me llama la atención que la técnica del trile haya llegado tan alto. Era un juego callejero, más bien de gente de pocos recursos materiales e intelectuales.
Si defendemos a la vez bajadas generales de las cargas impositivas y que la garantía del sostenimiento de las pensiones públicas vaya a cargo del sistema de impuestos, a mí, que soy muy mío, en mi pantalla cerebral se me aparecen los tres cubiletes sin dado. En misa y repicando. Morder y sorber. Nuestra lengua tiene varios ejemplos inspirados en esas actitudes. Muchas de nuestras comunidades autónomas, quizá todas, se pasan mucho tiempo anunciando bajadas, reales o virtuales, de impuestos, a la vez que no paran de reclamar más recursos al gobierno central. Trile, trile, trile.
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