El desembarco de esta fecha en Normandía en 1944, un clásico
en este blog, queda oculto, en parte, por el conflicto actual con Marruecos,
que hace más notable la
campaña que la sociedad civil española tiene en marcha estos días en
solidaridad con el pueblo saharaui. Es muy posible que la raíz del conflicto
esté ya olvidada para una parte importante de nuestra población y es que la reclamación para que la
España democrática hiciera valer ante los EE.UU, 25 años después de los
acuerdos de 1953, nuestro deseo de respeto e igualdad, quedó en manos
políticamente muy minoritarias después de la llegada de Felipe González a la presidencia del gobierno. El asunto del Sahara
occidental es un fleco más de ese pacto desigual entre amigos desiguales.
La campaña de “Vacaciones en paz”, que durante muchos años ha procurado un par de meses veraniegos más confortables a jóvenes y niños saharauis que viven el resto del año en condiciones brutales en los campamentos del desierto argelino, ha acercado ese conflicto a capas sociales que nada tienen que ver con la izquierda radical, a la que se trató de endosar el único apoyo a la resistencia contra la ocupación marroquí de un territorio que, según el derecho internacional, sigue sin descolonizar y la potencia administradora es España.
Hubo un tiempo en el que el PSOE jugó la carta argelina, y de rebote la del Frente Polisario, aunque ahora mismo pudiera parecer que lo he soñado. No sé si soy el único que recuerda a Alfonso Guerra viajando a Argel y haciendo contratos para el suministro del gas argelino… pero como todo se compra y se vende, hace tiempo que los saharauis que no se conforman con la ocupación marroquí, fueron vendidos también.
Conozco de cerca lo difícil que resulta un tratamiento imparcial de algunos conflictos internacionales, incluso en organizaciones que se suponen muy neutras, o por eso mismo. Tanto la ocupación ilegal del Sahara occidental como la de Palestina, son muestras candentes de las ampollas que pueden levantarse si los pies de plomo se olvidan, aunque sea un momento, para abrazarse a la literalidad del derecho internacional. En ese mismo momento puede aparecer el fantasma de la radicalidad.
Pero el único radicalismo de los centenares de personas que hoy, domingo soleado, han acompañado en las calles y plazas de Santander a los caminantes de la marcha por la libertad del pueblo saharaui, -una delegación de los mismos ha sido recibida en nuestro Ayuntamiento que no está dirigido por ningún soviet,- es el de la ONU y la Minurso, y en el fondo, y esto va ya para mis nietos que me han acompañado mientras yo cantaba en el festival de apoyo, se trata de que muchos jóvenes saharauis no se vean empujados, de nuevo, al enfrentamiento armado. Que sea la palabra la que libre el combate, como dice una de las letras que hemos cantado.
Lo demás, esa revolución que dicen que el G7 está a punto de impulsar, que dejará en pañales la refundación del capitalismo que anunció Sarkozy hace ya una docenita de años, ese sistema del que alardeó Rodrigo Rato en uno de sus juicios. R.R, que fue aspirante a príncipe heredero del partido que tiene varios ases con juicios pendientes. Esta semana Cospedal, quién sabe quién será el próximo o la próxima: ¿Soraya? ¿Aguirre?, o el propio M. … Todo eso y más se queda en lista de espera. Hoy, la entrada 555 de este blog está dedicada a los saharauis, a su injusto expolio y a todos los españoles de bien que no queremos abandonarlos a su (mala) suerte.
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