Alguna de las últimas jornadas me ha dado por pensar qué hubiera votado ayer de haber seguido siendo vecino de Barcelona. Allí me estrené en junio de 1977 y seguí votando en todas las convocatorias hasta junio de 1986. Siempre voté la misma opción menos en octubre de 1982. No me arrepiento de ninguno de esos votos pero unos fueron más útiles que otros. Mis opciones ayer se hubieran limitado a dos y todavía estoy inseguro de cuál de las dos hubiera elegido. En demérito de una, las palabras de la candidata sobre la escuela pública de mitad de los ochenta, cuando ella llegó a la edad de escolarización obligatoria. La ha tildado de franquista y parece que se ha quedado tranquila.
Yo debuté en la enseñanza pública en octubre de 1981, en un instituto de Terrassa y si había algún franquista por allí, estaba muy escondido. Son los padres los que eligen la escolarización de sus hijos. Ninguno de los candidatos de ayer en las autonómicas catalanas ha sido alumno de la pública. La candidata de los Comunes, además, obtuvo un título universitario en una universidad privada católica. No sé si la Universidad pública del final de los 90 también le parecía franquista a la candidata.
Tampoco hubiera ayudado a que eligiera esa opción el apoyo externo del vicepresidente que duda de la calidad democrática del estado que lleva un año gobernando. Sorber y soplar, a la vez, es muy difícil o imposible. Tampoco hubiera sido fácil elegir la otra opción que al final ha sido la más votada, aunque probablemente no servirá de mucho. ERC lleva el nombre de izquierdas en su rótulo pero es muy partidaria de pactar con fuerzas del otro lado. Desde que en 1980 Heribert Barrera entregó el gobierno de la Generalitat a Jordi Pujol… muy pocas veces se ha notado que Esquerra es de izquierdas. El hábito no hace al monje y el nombre no lo cubre todo.
Hay una anomalía en la ley electoral española que demuestra que la calidad democrática de nuestro sistema es fácilmente mejorable. El sufragio plenamente democrático debe ser universal, libre y secreto, condiciones que sin duda se cumplen desde hace más de cuarenta años. La cuarta pata del sufragio democrático es que debe ser igual. Y ahí,…No es nuestro sistema el más igualitario. En las elecciones de ayer, el voto de la provincia de Barcelona tiene una infrarrepresentación muy notable respecto a las otras tres. No es un problema de las elecciones de ayer. Es un problema de la ley electoral española que es la que se aplica en las autonómicas catalanas. Es el Congreso de los Diputados quien puede modificar esa ley y quien no lo ha hecho hasta ahora… No hay maestro armero que pueda recoger reclamaciones.
Escribir un 15 de febrero en Santander lleva sin otra salida posible a recordar lo ocurrido aquí hace ya ochenta años. Un día parecido al de hoy, con el viento soplando del sur, con temperaturas altas y humedad baja. Una chispa en una chimenea, las cubiertas de los inmuebles del casco histórico de la ciudad con toda la estructura de madera, un fuego que pudo parecer que no iba a terminar… Para quienes lo vivieron, el siniestro no requería más explicación: Era ese brutal incendio. La reconstrucción fue un siniestro bis. La ciudad, su centro, se rediseñó en una época de penuria económica y ausencia de libertades, con el poder al servicio del interés de muy pocos. El resultado, la despersonalización y una violenta segregación social que expulsó del área central de la ciudad a las clases menos pudientes.Hace pocas fechas, a modo de recordatorio, quien ha sido durante muchos lustros director del principal medio de prensa escrito en la región escribía en ese mismo periódico algo así como que no se podía imaginar la ciudad de otra manera. Con todo respeto, señor Castañeda, eso solo demuestra una escasa imaginación y muy poco conocimiento de entornos urbanos españoles y europeos en los que el casco histórico es una pieza decisiva en la ciudad actual. Si el ánimo era justificar, ochenta años después, una de las más crueles maniobras del franquismo contra esta tierra, hay ya suficientes publicaciones académicas y divulgativas que hacen el contrapeso a ese vano intento.
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