Es la cantidad de tiempo que esta semana cumple mi traslado a Barcelona. Debo estar muy cerca de la ancianidad, la semana pasada titulé, diez años y ahora esto y podría añadir diez años más y tener otro recuerdo claro. El 4 de octubre de 1960 echó a andar mi etapa como alumno de los Agustinos. Era el santo de mi padre y de mi hermano, por eso no es fácil de olvidar. Ese día se nos recibía, se nos indicaba el horario y se nos entregaban los libros y al día siguiente empezaban las clases. Casi un mes de diferencia con el inicio de curso actual. La envergadura de mi primo Cholo, dos años mayor que yo, me tranquilizó mucho en las primeras jornadas, me puso a salvo de novatadas diversas.
Aquel había sido un verano muy largo. Me había examinado del ingreso en el Bachillerato, en el claustro del Santa Clara, el 20 de mayo. Cuatro meses y medio limpios de vacaciones y, además, fue el último año en que mi tío Ángel, hermano de mi padre residente en California, nos visitó. Yo era el hijo pequeño de su hermano pequeño y estaba de vacaciones…Me moví mucho con mis tíos. La tía Grace, de origen vasco-francés, volvió en, al menos, tres ocasiones posteriormente.
Esos días de aquel octubre, haciendo maletas, me viene el recuerdo de mi abuela. Balbina, la madre de mi madre, vivía con nosotros hacía ya algunos meses y estaba muy enferma. Después de mi marcha resistió menos de dos meses. Murió el día de Santa Bárbara. A finales de septiembre se acababa de morir un amigo, un año más joven que yo, en un accidente de motocicleta. Aquel viaje a Barcelona estaba atravesado de tristeza. Aquella España era triste.
Supongo que llegué a Bilbao en un taxi pirata como los que muchos años más tarde he tomado en África o en Sudamérica. Después, el expreso nocturno que debía tardar unas doce horas y con algún tramo, entre Zaragoza y las tierras del Ebro catalanas, con locomotora de vapor. La última hora del viaje, de los varios viajes que hice de esa manera, era la menos pesada. La vía férrea, paralela a la costa mediterránea y el sol naciente… y el desayuno en un vagón restaurante de los que ya no quedan…
Me habían ofrecido trabajo. En pocos días realicé pruebas diversas y el 2 de noviembre ya estaba convertido en oficial de 3ª en la mayor empresa de Barcelona. Mi afiliación a la seguridad social empieza por 08. Hasta hoy. Mis trabajos en Cantabria, que me habrían dado un 39, y habían existido varios, habían sido sumergidos, algo muy común entonces. Creo que más que ahora.
La Universidad, uno de los motivos básicos del viaje, me esperó. Trabajando en Santander como repartidor de muebles y electrodomésticos, mi preuniversitario nocturno en el Instituto Pereda solo dio para aprobar el curso completo en mayo y el grupo común de la prueba de madurez de la Universidad (de Valladolid) en junio -lo que después se ha llamado selectividad, PAU, y ahora, creo, EBAU. Pero la prueba específica de ciencias se me atravesó. En junio y en septiembre… La química me gustaba y con las matemáticas me defendía, pero la física me recortaba los promedios….
Mi primer año y medio en Barcelona, hasta la primavera de 1972, cuando me incorporé al servicio militar obligatorio, digamos que fue de exploración. Salía de trabajar a las cinco de la tarde y callejeaba por el centro un par de horas o tres... Aquel otoño, el proceso de Burgos daba bastante ambiente al centro, las Ramblas y el Raval. Algunos años más tarde conocí al más joven de los abogados defensores en aquel juicio. Pedro sigue siendo un amigo cercano. Algunos días me compraba Le Monde en un quiosco de la plaza de Catalunya antes de volver a casa. Algunos días el quiosquero me hacía un gesto para explicar que no se le había agotado, que simplemente no había llegado… Él mismo me sugirió uno de esos días la Tribune de Ginebra. También informaba sobre el juicio con una libertad no soñada por los medios locales.
Ni la enfermedad de Trump, ni la de Aguado, Ayuso y/o Casado, ni la de los que creen que todos son/somos iguales restan espacio esta semana a mis recuerdos. Y la próxima ya veremos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario