lunes, 12 de octubre de 2020

Bomarzo

 

Se va generalizando el discurso: “los políticos, tal y los políticos, cual”, sin matices. Todos iguales. El último, hoy mismo y a propósito del puente festivo, el presidente de los hosteleros de Cantabria. Yo no soy equidistante, no confundo a quien ataca con quien se defiende. Pero nos colocamos del lado de los nuestros con demasiada rapidez. Tanta rapidez que no es difícil caer en ridículos espantosos. Hace unos días algún tuitero, quizá era político, además, trató de sorprender al vicepresidente Iglesias que había citado a un tal Friedrich en el Congreso para ilustrar alguna teoría conocida sobre el totalitarismo. Probablemente el primer Friedrich que ofrecen los buscadores de Internet es un pintor romántico alemán… Si eres excesivamente rápido, metes la patilla con facilidad. Pero la poca memoria ayuda a que los costes sean asumibles.

Esta semana se han cumplido 449 años de la batalla de Lepanto. El aniversario de 2021 será más redondo. Miguel de Cervantes sufrió allí lo que se sabe que sufrió y Don Juan Austria, el Jeromín de una película casi tan antigua como yo, quedó redimido de su bastardez, si es que no lo estaba ya, con el triunfo de la alianza cristiana que derrotó a los turcos bajo su mando. La novela de Mujica Lainez que da título a la entrada de hoy, está entre las más afamadas y mejor construidas del siglo pasado y tiene su culminación prácticamente en esa batalla en la que participa el protagonista, su hijo mayor y un sobrino…

En el último capítulo, narra el protagonista “(…) y nos dedicamos a esperar a los españoles que venían de Barcelona, con Don Diego de Austria (…)” Hay un Diego de Austria inmortalizado en una pintura de Sánchez Coello que no puede ser el citado porque no había nacido en 1571. Y hay otro, que por alguna razón suele estar más mencionado por su segundo nombre, Ernesto, Diego Ernesto de Austria, primo del anterior y también con retrato a cargo del pintor oficial y este sí, fue a Lepanto con la escuadra de Jeromín.

Nadie debería columpiarse y proclamar un error de Mujica. No hay error. Nos movemos con demasiada prisa cuando se trata de lanzar la piedra en las redes sociales. Cuando el objetivo es apedrear, todo vale. La escena de la vida de Brian o la de los evangelios reales, la lapidación, aunque metafórica, es tan cotidiana que asusta. Asusta escribir. Directamente. Se necesita algún tipo de tregua y no solo entre políticos profesionales.

Algunos comunicadores, no todos son periodistas, deberían deponer las armas. En algún momento es posible que nos llegue algo parecido a una vergüenza colectiva por los comportamientos mantenidos durante la puñetera pandemia. En este blog eso ya está dicho la pasada primavera.

https://robertoruisanchez.blogspot.com/2020/04/teodoro-y-doroteo.html

No todos los políticos son iguales. No todos han elegido la pandemia como terreno de juego de la confrontación política. Y lo que nos debe faltar todavía.

Una ventaja de no participar en alguna de esas redes sociales, la más rápida, es que me doy algún tiempo antes de opinar. Soy consciente de que mi relación con el presidente de mi comunidad autónoma ha ido variando con el tiempo. De, más o menos, ignorar sus ocurrencias, a notar que me molestan bastante. Este último viernes ha cruzado una línea realmente roja y además, ha tratado posteriormente de arreglarlo, consciente de la línea que había atravesado.

Ese Revilla dicharachero, que sigue teniendo mucho eco, se va convirtiendo en una auténtica vergüenza, ajena de momento. Su llamamiento a venir a Cantabria a los ciudadanos de Madrid en este puente festivo se comenta solo. Es un tercera división de la línea Trump-Díaz Ayuso. Hoy mismo, día de la fiesta nacional, y no habrá podido escucharlo en directo desde el Palacio Real de Madrid, algunos especialistas están bautizando a las derivadas psíquicas de la pandemia como la tercera ola de la misma ¿Le habrá alcanzado ya a nuestro presidente? Seguro que puede localizar el podcast de la emisión.

 

 

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