Publicado en El Faradio el 23 de marzo
Dar aires de
normalidad a un lunes que no es normal. Un jubilado confinado no puede aspirar
a más. Y a ir apuntando, lo hago y la lista crece día a día, lo que no me
parece normal, lo que me gustaría que no pasara pero que no voy a publicar hasta
que pase esto que nos está pasando. Confiando en que los lectores habituales
resistan conmigo, y yo con ellos, el asalto de la pandemia.
Mientras no resulta
fácil contenerse, lo fácil es contestar airadamente, lo he aprendido con la
edad, yo era de contestar rápido, es emocionante ver que existen personas que
se interesan por nosotros incluso sin conocernos físicamente. La familia, ese
valor que en la Europa del Sur hemos conservado por encima de medias mundiales,
para bien y para mal, esa familia responde… Los amigos extranjeros que no lo
son tanto.
En mi caso desde
lugares lejanos: California, Costa Rica, Panamá. Allá donde hermanos de mi
padre construyeron sus vidas con una calidad superior a la que entonces les
ofrecía su lugar de nacimiento. Mi patria llega hasta el Pacífico porque hace
aproximadamente un siglo alguno de mis tíos, a algunos no les llegué a conocer,
se fueron. Alguno no volvió nunca… Como hoy se van otros o, mejor dicho, como
hoy vienen otros. Es posible que mi sensibilidad para esa situación dramática,
migraciones, se haya integrado en mi ADN.
El sábado era el día
mundial contra el racismo y también se conmemoraba, con el equinoccio, la
primavera y la inclusión para afectados por síndrome de Down. Demasiadas cosas
para estar en casa. Desde mi ventana al suroeste vi la maniobra de atraque del
ferry. El Cap Finistère no va a volver de momento. Ni ninguno de sus hermanos.
Tampoco tenemos vuelos internacionales. Hay que ir asumiendo lo que significa
confinamiento.
Desde mis ventanas al
este, al caer la tarde sentí envidia. El ruido del peloteo de unas palas es
inconfundible, al menos para los nacidos aquí. En una azotea cercana, que el
desnivel del terreno sitúa a nuestros pies, un padre y un hijo o dos hermanos,
le daban a las palas con ganas y buen estilo. Hace muchos años que no puedo
jugar pero sentí envidia. En 1990 me rompí un ligamento de mi rodilla
izquierda. Espero que no hicieran nada indebido esos vecinos dándole a las
palas.
También se está
oyendo que muchos confinados están interviniendo en la vida de los demás.
Lógicamente sin conocer cada caso particular… Deberían dejarlo para cuando pase
todo. Me he convertido en ¿qué? No quiero contribuir en nada que cree división
o mal rollo. Ya volverá la normalidad. Nuestra normalidad incluye la
agresividad dialéctica. En otros tiempos eso era muy poco dialéctico
¿Recordamos lo de los puños y las pistolas? Así que, contentos si no pasamos de
la palabra.
Una amiga, antigua
compañera de trabajo, me propone escribir para ancianos residentes en geriátricos.
Hay varias campañas que están canalizando profesores con sus alumnos, ahora on
line. Ese tipo de vida se ha vuelto más difícil todavía. Lo hago. No me cuesta
mucho. Recurro a recordarles lo que solo los más ancianos pueden tener en su
propia experiencia vital. Aquí hubo una guerra de verdad y una postguerra que en muchos sentidos resultó peor que la
misma guerra. Y ahora la guerra, aunque el presidente de Francia haya empleado
el término, es una guerra muy llevadera.
Nos quedamos en casa
pero no nos bombardean y tenemos comida y agua caliente y electricidad… Ellos,
los más ancianos, saben lo que es la guerra. A los demás nos ha cogido muy
desprevenidos. Eran cosas que pasaban en otros lugares. También la guerra en
Yugoslavia nos cogió igual de desprevenidos. Tanques por las autopistas…
Entre todo eso que
nos está pasando a todos, y como prueba de que somos como somos, y que el
principio de que las normas están para no cumplirlas, además de caravanas que
atascan autopistas, destaco que el viernes la policía, en Barcelona, detuvo a
ocho participantes en una orgía. Pasear al perro un poco lejos de casa se
convierte en falta menor ¿no?
Y ya se ha
oficializado lo que creo que todos sabíamos. La cuarentena puede ser muy larga.
Paciencia y civismo y gracias a la inmensa mayoría, fundamentalmente a quienes
tienen que salir de casa, poniéndose en peligro, para ayudar a los demás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario