Me pasó lo mismo cuando se aplicó el artículo 155 de la
Constitución en Catalunya. Tanta atención a ese artículo y tan poca a otros muy
relevantes. Ahí estamos con la sentencia publicada ayer y filtrada hace días.
Esos señoros del alto tribunal, alguno de ellos, filtra por los codos. No soy
uno de los aproximadamente quince millones de españoles especialistas en
Derecho, que incluyen a muchos sin graduado escolar y pontifican a diario sobre
lo que se tercie. Quizá todavía no hemos encontrado la fórmula de vivir con las
nuevas tecnologías de la comunicación, que ya no son tan nuevas.
Otros varios millones, con estudios, se comportan de forma muy
parecida. Los dos vicepresidentes frustrados, Rivera e Iglesias, sí,
sí, cualquiera de los dos podía ser ahora mismo vicepresidente del gobierno y
seguramente hubieran dado menos leña al mono de la que dieron ayer. Pedro Sánchez, que no me parece mucho
más espabilado que cualquiera de sus dos potenciales y frustrados vices, justo
en este temita no menor, no tiene la máxima responsabilidad, creo yo. En junio
de 2018, cuando llegó a la presidencia del gobierno, el proceso estaba en instrucción
muy avanzada. La política no había actuado y se había vulnerado la ley. Supongo
que tantos especialistas en Derecho como tenemos serán partidarios, todos, de
la división de poderes. Viva Montesquieu
y viva el vino.
M. Rajoy y su vicepresidenta, no creo que se
hayan pronunciado de momento. Coincide que otra tensión institucional enorme,
aquello que se denominó Plan Ibarretxe,
se fraguó con el gobierno de la mayoría absoluta del PP, presidido por Aznar y del que formaban parte varios
delincuentes. En septiembre y octubre de 2017, cuando los dirigentes catalanes
se saltaron la legalidad a la torera, Pedro Sánchez, que ya había ganado las
primarias en el PSOE, no era ni diputado en el Congreso. Había dimitido un año
antes…
No debería olvidarlo el actual dirigente del PP. Alguna vez,
alguien tendrá que dejar de jugar con los votos que se pueden ganar en la
España interior a costa de tener cada vez menos relevancia en Catalunya y de
que allí cada vez sea mayor el número de ciudadanos que no le hagan ascos al
independentismo. Algo históricamente minoritario que se ha ido convirtiendo en
masivo a costa, también, de desaciertos de los gobiernos de Madrid. Y es que
igual que antes de la sentencia, hay que hablar. Tendrán que hablar quienes en un lado solo han visto la
aplicación de la ley como receta y en el otro saltarse esa misma ley, y también
podrían empezar ya a hacer las maletas y escribir sus memorias.
No me he leído la sentencia. Ni pienso hacerlo. Supongo que
quienes jodieron ayer el vuelo a más de veinte mil personas tampoco lo han
hecho. No es fácil pedir algo de vergüenza a quien no la tiene por definición, pongamos
el neofranquismo. Pero el pijerío catalán, que vivió espléndidamente en el
franquismo y en el pujolismo, alguna vez le va a dar la puñalada trapera a sus
socios, los que ayer y hoy y los próximos días provocarán desórdenes. Se está
buscando un mártir hace más de dos años. Es milagroso que todavía no lo hayan
conseguido.
Me queda una piedad especial para quienes fuera de aquel
territorio han comprado y compran el relato de los pijos y de su revolución. Sé
que no suelen ser partidarios de indulgencia en otros casos de vulneración de
leyes y que prefieren la modificación de las mismas. Ahí vamos a estar de
acuerdo. Pero mientras alguien no mida mejor, aproximadamente la mitad de los
ciudadanos residentes en aquellas cuatro provincias no quiere la independencia.
La mayoría de mis amigos y parientes de allí entre ellos. Allí trabajé y
estudié y residí casi un tercio de mi vida adulta. Allí nació mi hijo. No soy
neutral en este conflicto. Fui administrativamente catalán dieciséis años,
mitad en dictadura y mitad en democracia. De haber seguido siendo ciudadano
catalán, sé en que posición no estaría. No sé mucho más. Que no quería haber
escrito esta semana solo de esto y que si meto algo más me alargo demasiado
¿Tendremos arreglo?
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