Es el camino de las incoherencias y quien esté libre, que
lance la primera... Castro Urdiales y Piélagos, dos de los municipios cántabros
más poblados son noticia estos días. Los dos han crecido mucho en las dos
últimas décadas y los dos tienen asuntos dolorosos relacionados con
irregularidades urbanísticas. En Piélagos van a pagar entre todos lo que solo
benefició a algunos y el partido que gobernaba y dio las licencias…ahora silba,
mira al techo y se opone. En Castro Urdiales, más de diez años después de la
instrucción, con dos alcaldes y decenas de inculpados, la fiscalía se lo ha pensado mejor, o peor, y ha retirado las
acusaciones a la mayoría de ellos, dejando con la boca más abierta a buena
parte de la ciudadanía. Transversal, afecta a casi todos los partidos. O sea,
poca indignación con la nueva postura de la fiscalía.
Leo en El País, a
propósito del éxito que parece que está teniendo un juguete sexual 3.0, supongo
que fabricado en China, y que estará dando millones a sus creadores y que, al
parecer, el aparato no tarda ni dos minutos, he podido leer: “Hasta en el clímax sexual, capitalismo y
feminismo se dan la mano en la era de la mujer optimizada” Unir orgasmos rápidos y modo de
producción capitalista, no se le ocurre a cualquiera. Y ahora, millennials y
neoliberalismo mediante, es revolucionario alcanzar un orgasmo en dos minutos,
o menos.
En un magazín digital feminista que también alababa el
invento, he aprendido un neologismo: Cishetero. Mi relación con el latín nunca
fue muy buena, pero el prefijo cis algo me dice. Probablemente tenía trece años
cuando me encontré con la Galia Cisalpina. Cisjordania, a este lado del Jordán,
frente a la Transjordania, del otro
lado. Cishetero, que te quedas donde estabas, que no cambias. El lenguaje avanza a diario, siempre ha sido así.
De otra manera seguiríamos hablando latín. Aunque dudo de que los
heterosexuales acabemos autodenominándonos cisheteros. Otra cuestión es que nos
lo llamen. Espero que no sea insulto.
Y se me ha ido la semana entre nietos y activismos y voy a publicar en viernes y no puedo evitar acordarme de un viernes de octubre de hace once años. Era el 10, sin duda. Al abandonar Valdecilla, después de tres semanas, la supervisora de la planta me dio un número de teléfono. Ella sabía mejor que yo que me iba a hacer falta. Era el número de la AECC. Y es posible que lea esto la persona que me atendió, la que me dio el primer salvavidas. No tengo que consultar calendarios, el 12 fue domingo y el 19. Y ese 19 terminó una parte de mi vida. La mitad aproximadamente y sería muy incoherente y/o muy contradictorio si no abriera paso en lo que escribo a lo que me bulle en la cabeza. Y si, aunque se me junten acontecimientos, no abriera hueco a un lazo rosa.
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