Con cuarenta años de retraso la ciudad, la mía, ha celebrado
un debate sobre el estado de la misma, de esta ciudad que fue algo y cada vez
es menos. Que hace otros cuarenta, total ochenta y que saque cuentas quien
quiera, que perdió el tren de la Historia. El final de la guerra civil, aquí en
agosto de 1937, supuso el comienzo de un periodo más negro que las camisas de
los voluntarios de Mussolini. Eso
ocurrió en muchas otras ciudades españolas en aquellos años, pero en la mayoría
de ellas ese periodo de color azul muy oscuro, casi negro, es pasado.
No he seguido con atención el pleno extraordinario. El PP
perdió la mayoría absoluta como consecuencia de la resaca del 15 M pero un concejal
tránsfuga de C,s se la da aparentemente gratis. De todo lo esgrimido por la
oposición, además de cuestiones importantes, fuera de duda, que afectan a la
vivienda, a la movilidad, a la posibilidad de ganarse la vida… hay un dato
contrastado: El municipio, que poco antes de la guerra civil estaba muy cerca
de los diez más poblados de España, se encuentra ahora en el puesto cuarenta. En
el último cuarto de siglo ha perdido al menos 15 de cada 100 habitantes. Una
parte, como en muchos otros lugares, reside en la corona metropolitana, donde
las viviendas han sido más baratas. Pero no todos. Lo primero para solucionar
un problema es reconocerlo como tal.
El gobierno municipal de la capital de Cantabria cree que no
hay problemas de importancia en ella. Hasta hace poco la Wikipedia decía que
teníamos metro. Menos mal que alguien se ha tomado la molestia de corregirlo. Una
reforma del transporte urbano, que el día de su inauguración dio mucho juego
entre los ciudadanos a la hora de inventar tacos, que consiste básicamente en
poner grandes autobuses en la línea central, y un carril que ni es continuo en toda esa
línea central ni siquiera es solo bus ya
que taxis y motos pueden circular por él, ese nuevo sistema se denomina
oficialmente metro-TUS (Transporte urbano de Santander) con lo que el cosmopAletismo se coloca por encima de
nuestro proverbial cosmopolitismo. Los viajeros de algunos barrios se ven
obligados a hacer transbordo en los intercambiadores de los extremos de esa línea
central sin que esté claro que ahorran algún tiempo en su desplazamiento y se quejan
y la alcaldesa… les tira de las orejas (literal) en un primer bote y ya a las
24 horas entona algo parecido a una disculpa.
El mismo día de ese pleno extraordinario en Santander, su
anterior alcalde y actual ministro de Fomento no disimula su contento. En la
ciudad ha dejado una herencia dura para los ciudadanos y poco manejable para
sus colaboradores y a él le crecen los enanos en forma de incidencias
meteorológicas, con autopistas y aviones literalmente a lo loco…pero en el
programa radiofónico más escuchado de la mañana le han preguntado si es el
sucesor del quemadísimo presidente del gobierno Mariano Rajoy. Y ahí, nuestro Iñigo
es maestro. No como su sucesora que se inventó el título universitario. Menos
mal que por la tarde, en la misma emisora y en un programa de humor, le han
desmontado el discurso. Para alcalde de una ciudad en decadencia podía servir
un título de ingeniero y un aspecto físico positivo, moderno, guapete. Quizá
para gobernar España haga falta algo más.
Con un tiempo invernal muy crudo y con una duda tremenda ya
que aquí la Candelaria ha llorado y eso quiere decir que lo peor del invierno
está a punto de acabar mientras que en Pensilvania la marmota vio su sombra y
eso quiere decir lo contrario… leyendo entretenemos la espera, el desenlace de algún vuelo Barcelona-Bruselas y
con la ciudad, mi ciudad y la de ellos, muy bien, gracias.
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