No pienso utilizar ningún traductor, ni digital ni jurado.
Tengo una idea medio clara de cómo decirlo en inglés lo que pasa es que no solo
en nuestra ciudad y región, en medio
mundo, ahora mismo, cualquier palabro inglés llegado desde aquí será sometido a
examen crítico. Hay cierta conciencia de que hay en el planeta más tontos y
tontas que granos de arena y que cualquiera lo podemos ser a ojos del prójimo.
Me interesa destacar de entre ellos, y ellas, a la fracción arrogante. Uno, y una,
pueden ser medianamente cortos, pero si eso
no va acompañado de la necesidad de que se entere el mundo entero, puede
pasar desapercibido/a.
Hay gentes, quiero creer que todavía la mayoría, que cuando
no saben de algo, o no están seguros, no van por ahí sentando cátedra sobre el
tema. Y después, y confío en que sigan siendo minoría por los siglos de los
siglos aunque se hagan notar fuertemente, están los otros, y otras: los tontos,
y tontas, arrogantes. Y quien quiera que lo traduzca. Con o sin ayuda de Google.
Conozco concejales de mi Ayuntamiento, de todos los grupos
incluido el equipo de gobierno, que se ganan el sueldo y que no han dado un
escándalo en el tiempo que llevan en el cargo, alguno y alguna más de una
legislatura. Y después tenemos otros y otras. Y alguno y alguna podrían
dedicarse a otra cosa. Su inutilidad ha quedado ya muy contrastada. No están
obligados a seguir haciendo daño a la ciudad y a sus ciudadanos y debería
decírselo alguien con algún ascendiente sobre ellos. A mí no me van a hacer
caso.
Pero habernos convertido en rechifla mundial por una
jaimitada como traducir con la herramienta de Google los contenidos de la
página de Turismo de Santander, la víspera de la inauguración de la mayor feria
mundial del sector, debería sobrar para dar el finiquito a la responsable, a quien, además, le ha hecho gracia el
asunto. No debe andar lejos, en poca gracia, la alcaldesa que simuló un título
universitario que no tenía… Al poco tiempo de instalarme en Barcelona, cuando
mis compañeros de trabajo o de estudios se iban enterando de mi lugar de
procedencia, invariablemente salía a relucir un pequeño escándalo que se había
montado en esta ciudad en 1969.
Un concejal integrista, de un integrismo superior a la media
de 1969 que ya era muy alta, provocó un movimiento contra unas esculturas que
la entonces Caja de Ahorros de Santander había colocado en la fachada principal
de su sede en la plaza Porticada. Las esculturas simbolizaban el Ahorro y la
Beneficencia y eran un par de desnudos, masculino y femenino, que tras la
polémica estuvieron tapados algún tiempo. No recuerdo cuándo se destaparon.
Seguramente no vivía aquí en aquel momento. Creo que siguen en su lugar y no me
parece que escandalicen a nadie. Los enfermos son los que se escandalizaron en
1969, empezando por el concejal.
Tiene suerte la concejala de cultura y turismo del
Ayuntamiento de Santander. Después del incendio en el Museo Municipal, y de la
lentitud en la aplicación de los cambios exigidos por la ley en el callejero de
la ciudad, a la hora de que alguien, nacional o extranjero, elija al español
más asshole del año no es fácil que
se fijen en ella. Hay otro compatriota que intenta presidir su comunidad
autónoma desde Bruselas, o Copenhague, o donde quiera que se encuentre ahora
mismo, y eso tiene que puntuar más. Pero aquí, en Botinburgo, ahora estamos
obligados a cambiar el nombre a la ciudad. Y eso es muy serio. Lootburg no me
suena igual de bien, aunque seguramente conserva su historic helmet o el Hope Market.
P.S. Para lectores de fuera, que puedan ignorar la polémica,
hay capturas de pantalla de todo. Incluso del texto en francés, cuando ya
corregido en inglés, al Centro Botín se le seguía llamando le Centre Loot.
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