Cuando yo era joven el Ministerio del Interior del Gobierno
de España se llamaba de Gobernación. El ministro de Gobernación era el jefe
supremo del aparato de seguridad de un estado totalitario, lo que incluía la
entonces denominada Policía Armada, la Brigada de Investigación Criminal, BIC,
la Político-Social, BPS … etc. El de Fomento se llamaba de Obras Públicas, el
de Defensa se extendía a tres, Ejército, Marina y Aire… El Ministerio de
Asuntos Exteriores se llamaba igual que ahora.
Lo que parece que ha cambiado en ese último no es el nombre
pero si sus competencias. Después de una serie de ministros de Asuntos
Exteriores muy contestados por la oposición, hasta el punto de ser objeto de
numerosas bromas, sin demasiadas diferencias entre unos y otros, el ministro
actual parece que llegó al cargo con un halo de moderación que no le ha hecho
blanco de una especial crítica por parte de los demás grupos parlamentarios.
A punto de finalizar la legislatura a mi me cuesta muy poco
decir que si España ha perdido relevancia internacional en los últimos tiempos,
bastante contrastable, algo tendrá que ver personalmente el máximo responsable
de nuestras relaciones exteriores. El nulo papel jugado por la diplomacia
española en el nuevo estatus cubano puede ser la guinda de una escasa gestión
de cuatro años. Y no es que García-Margallo
no trabaje por encima de las posibilidades de alguien que ya debería estar
jubilado, lo que ocurre es que a él le gustan más otras competencias.
No es la primera vez, en el periodo en que él ocupa esa
cartera y el nacionalismo catalán que una vez se denominó moderado ha ido
optando por el soberanismo, no es la primera vez, repito, que García-Margallo
se otorga un papel que no corresponde a su departamento. En cierta forma cada
vez que el ministro de Exteriores ha abordado, ¿en nombre del gobierno de
España? algo relativo al contencioso que los últimos gobiernos de la
Generalitat han mantenido con el gobierno de España, los soberanistas catalanes
han debido sentirse felices. Si las relaciones con ellos han pasado a
Exteriores ya han ganado la apuesta.
Todo ello ocurre mientras el ministro titular del Interior,
creo que por primera vez desde la guerra civil, sin ser estrictamente natural
de Barcelona parece que reside allí desde que tenía tres años… ¿No se fía
García-Margallo de Fernández Díaz?
Puede que estemos ya en esa fase final de los gobiernos en los que predomina el
sálvese quien pueda pero al debate
con un líder independentista no debe ir el ministro de Exteriores si queremos
seguir pensando que no estamos todos enloquecidos.
Pero la otra parte tampoco ayuda. Oriol Junqueras es el número 5 de esa lista unitaria en la que el
aspirante a presidir la Generalitat es el 4 y quien va en cabeza es legitimo
pensar que podría tener un papel más noble en un cuartel de caballería. Aunque
el debate es en una televisión minoritaria, 8TV, puede convertirse en uno de
los actos centrales de esta campaña electoral.
Parece que en el seno del PP no ha gustado el gesto de
García-Margallo, pero o no han encontrado un sustituto más adecuado o esa
vicepresidenta para todo que parecía tan tirada p’a’lante se está acobardando en el momento de hacer el último
esfuerzo para salvar a los puntos una legislatura muy infame.
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