Una entrada a este blog de hace más de tres años
tenía un título similar.
Se acercaba el bicentenario de la promulgación de la
Constitución de 1812… No he percibido ninguna noticia sobre los bicentenarios
que van cayendo en estas últimas semanas. Solo conmemoraciones locales van
señalando el final de la presencia francesa en nuestras tierras, Castro
Urdiales, Laredo o Santoña lo han celebrado o lo van a hacer. En diciembre de
1813 el Tratado de Valençay reconocía a Fernando VII como rey legítimo de
España.
En estos primeros días de marzo se cumplen doscientos años
de su viaje por Toulouse y Perpignan hacia Figueras, donde fue oficialmente
recibido en territorio español. Todo el viaje, espacial e ideológico, culminó
el 4 de mayo. En dos meses España regresó al pasado. Se restauró ese día la
monarquía absoluta y quedó fuera del tiempo y el espacio toda la obra de las
Cortes de Cádiz. El pasado sábado, en las manifestaciones del día de la mujer,
supongo que más de una, y más de uno, pudo tener alguna sensación similar.
España viaja al pasado a una velocidad de crucero muy apreciable.
Acercándonos en el tiempo, un repaso a lo que ocurría hace
un siglo es también vertiginoso. El plano inclinado hacia la guerra registraba
ya una pendiente imposible. Y no era un periodo de paz. En México la revolución
avanzaba y solo hacia unos meses, en agosto en Bucarest, se había puesto fin,
supuestamente, al conflicto balcánico. Otros aniversarios casi redondos, el 75º
aniversario, nos llevan en este mes de marzo a los actos finales del aperitivo
de la II Guerra Mundial. En Madrid la España republicana se enzarzaba en una
disputa interna que ayudó notablemente a que la guerra civil española no se
vea, con carácter general, como una parte del gran enfrentamiento que se
oficializaría en septiembre de aquel año. Y además, coincidiendo en el tiempo,
Checoslovaquia desaparecía del mapa. Hitler se imponía de nuevo a las
democracias occidentales.
Los aniversarios… No siempre sirven para lo que deben. Para
aprender las lecciones de la Historia. Mañana se cumplen 10 años de los
atentados a los trenes de cercanías de Madrid. Acabo de leer que una de las
madres, Pilar Manjón, de las
víctimas de aquel día no puede encontrar el consuelo que el tiempo procura en
los duelos. Aquel atentado tiene, como las bombas de acción retardada, secuelas
imprevisiblemente largas.
Esta semana tenemos también un aniversario, muy redondo, en
la historia familiar, y doloroso, la interesada no puede celebrarlo, pero su
hijo y yo, y otros familiares, lo haremos. Ese es el aprendizaje vital. Ese
mismo día, 12 de marzo, pasado mañana, se cumplen, me da pereza restar pero se
que son 28 años, del referéndum que sobre la permanencia en la OTAN, organizó
el primer gobierno de Felipe González.
Aquel presidente del gobierno que levantó tantas esperanzas y que creía que su
sucesor estaba estudiando COU, cuando ya era subinspector de Hacienda en
Logroño. Ese día en que nos amargaron la fiesta del cumpleaños, también el de mi amigo Miguel Solana que compartió la
celebración, puede que fuera el del inicio de lo que después se llamó desencanto.
Y este fin de semana Elena
Valenciano, cabeza de lista del PSOE
para las elecciones del próximo mayo, ha invitado al electorado en su mitin
malagueño a probar con la izquierda, como en Andalucía. Valenciano tuvo
momentos más lúcidos en su carrera política. Yo, últimamente, he percibido en
sus mensajes una línea directa con el declive de su partido de los años 90, el
tiempo del desencanto. Ahora su invitación me parece arriesgada. No debería
insistir. Corre el riesgo de que una parte notable del electorado le haga caso
y pruebe con la izquierda y puede que una parte de esa parte no identifique al
PSOE actual con una fuerza de izquierda. Al fin y al cabo, en Andalucía no
gobierna en solitario.
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