lunes, 10 de febrero de 2014

La Infanta y yo




Nada que ver. No pienso mantener el suspense ni hasta el segundo párrafo. Ella y yo no tenemos nada que ver. Me he sentido mucho más próximo de lugareños de los países más exóticos que he visitado, con los que no había manera de cruzar una palabra. Un gesto, una sonrisa, era suficiente para sentirnos próximos. No puedo imaginar qué tendría que hacer la Infanta para que yo sintiera que pertenecemos a algún clan, el suyo, que comparta algo con el mío. Yo, por mi parte, no voy a tener ocasión de hacerle el gesto que me puede apetecer.

Que conste para satisfacción de los amigos monárquicos, que alguno tendré, que la única vez que he estado cerca de un miembro de la familia real, el gesto cruzado, por ambas partes, era el de un cordial saludo a distancia. Imperaban leyes de la mar. Parque Nacional de Cabrera, la reina, su hermana y una tripulación muy corta, sin escolta visible, en la zodiac más grande que yo he visto nunca, pero una embarcación inflable en cualquier caso, se cruzó con el barco en el que con dos de mis cuñados, un marino de Castro y nuestro amigo Goyo, al que la vida había favorecido como para poseer un barco en el que cinco adultos, bien relacionados, podíamos convivir unos días sin necesidad de pelearnos. Goyo nos abandonó poco después, en un día de febrero muy parecido al de hoy.

He escuchado esta misma mañana que hay medios de comunicación que ya han despachado el caso y le piden abiertamente al juez que cierre ya la imputación. Infanta imputada. No quiero hacer bromas de lenguaje. Voy a confiar en la justicia un rato más. Voy a seguir diciendo cada vez que tenga ocasión que un diario que participó de manera importante e históricamente comprobada, en la conjura de 1936 que llevó a la patria con la que se llenan la boca, la suya, pero que también es la de todos nosotros, llevó a esa patria al matadero, tiene para mi una credibilidad muy cercana al cero.

Confieso que el título de hoy no me llega por la influencia de uno muy conocido del mundo del cine, en el que Yul Brinner interpretaba al rey de Siam. Hay otro título muy reciente, parece que estoy influido por la entrega, anoche, de los premios Goya, y confieso abiertamente que desde que supe que el ministro Wert tiene una agenda tan ocupada que no podía abrir hueco a esa gala, en ese mismo momento, decidí que no me tragaba una gala que hace mucho que me interesa poco. Si no ofrece ni el espectáculo de ver abochornado a un ministro autoritario… Si no vuelve Pilar del Castillo, Martínez Torrente Pujalte también podría servir, Goya y yo nos encontraremos solo en los museos.

¿De dónde viene entonces el título de hoy? de un documental que se titula Asier y yo, Asier eta biok, en la versión original y que todavía no he tenido ocasión de ver. Empezando por la sonrisa, el recuerdo de amigos euskaldunes, cuando traducen en directo, pongamos, Asier y los dos, y te preguntas quién es el otro y no hay más. Es un modismo de esa vieja lengua al parecer. Y después el tema. Un amigo de un terrorista de ETA que acaba de salir de la cárcel… Y su amistad. Antes de que entrara en la organización, y en la cárcel. Y después de salir. Un asunto que hay que ir poniendo en la agenda antes de que la locura pueda volver a empezar.

Es urgente buscar alguna normalización que contribuya a que nunca más pueda repetirse nada parecido. Es muy difícil perdonar, muy pocos lo hacen, a quien ni tan siquiera pide perdón. Hay una columna de Juanjo Millás, de hace unos diez días, glosando la foto en la que unos cuantos expresos de ETA parece que habían impartido un curso de urbanidad… que confronta con mucho éxito las reacciones cerebrales con las de la parte del corazón.

Pero no deja de ser cierto, está costando una fractura en las filas de quienes utilizaron en el pasado reciente a las víctimas del terrorismo, que en el País Vasco todos los grupos políticos, incluido el PP, actúan ya de una forma que facilite el final real y sin pliegues de la banda. Y es posible que, como en todo pacto, no todo guste a todos. Y sin alargarme excesivamente hoy, pero noviembre está cada semana más cerca, en el País Vasco se dijo en el pasado, incluso en formulaciones institucionales, que en ausencia de violencia política se puede hablar de todo. En Catalunya la violencia política fue anecdótica y hace lustros que no existe ¿Se puede hablar de todo en Catalunya?



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