Cuando llegan los mejores días del año, los que se pueden pasar
en lo que cada uno califique como su centro del universo, allí donde la
infancia, o el amor o ambos y más, nos fueron favorables, existe la posibilidad
de que el entusiasmo nos oculte realidades evidentes. Le comento a una amiga
que Oyambre, concretamente el cabo, es mi DNI y me contesta que puede que sea
también mi DNA/ADN. Me parece que puede estar acertada.
Nunca fui favorable a los determinismos varios que he ido
encontrando a lo largo de mi vida, biológicos, históricos o geográficos, no en
el sentido de su primacía. Aunque tampoco conduce a nada negar la existencia de
determinados factores. Alguno de mis bisabuelos, mis dos abuelas y uno de mis
abuelos nacieron y vivieron a muy pocos kilómetros del cabo. Si yo hubiera
nacido en Australia y nunca hubiera pisado la costa del Cantábrico, mi relación con ese cabo sería distinta. Pero no es el caso. Durante cientos,
puede que miles de mañanas veraniegas de niñez y adolescencia una de las
primeras cosas que veía, antes que el desayuno, era ese cabo. Eso marca un
poco.
La batalla de Oyambre de los primeros ochenta me pilló
residiendo fuera. Hubiera sido especialmente sangrante para mí de haber sido
entonces, como ahora, ciudadano de esta región. La victoria de los defensores
del medio ambiente ¿en qué se ha traducido? Hay un valor notable en una playa
que no tiene detrás un telón urbanizado, salvo media docena de construcciones
de dudosa legalidad en relación con la ley de costas.
Eso no es poco ¿hay algo más? La declaración hace más de 20
años de la zona con una figura de protección, Parque Natural, que no se ha
traducido en nada hasta hace muy poco tiempo. Un solo ejemplo. ¿Alguien impone
la ley en relación con los aparcamientos? Habrá que esperar una desgracia para
que quien corresponda impida aparcar vehículos a los dos lados de la calzada
impidiendo la circulación normal durante horas, fundamentalmente los fines de
semana.
Lo que se hace en Oyambre, y en alguna otra playa de nuestro
litoral, ¿sería posible realizarlo en algún otro lugar del territorio? A qué
viene esa permisividad? Hay lugares de aparcamiento en la zona, privados, de
precio razonable, probablemente ilegales, del mismo modo que hay lugares de
acampada y se permite la acampada libre en el pequeño aparcamiento sin
pavimento… ¿hasta cuando tanta exhibición cutre? Quién ganó la batalla de hace
30 años?
Se reía la noche del sábado un amigo bilbaíno cuando le
confesé que me dolía Oyambre. No tengo la capacidad de Unamuno para que me duela toda España, que me duele bastante, esta
semana de Novales a Gibraltar, mucha tela por cortar, sin ánimo de rima fácil.
Pero me duele Oyambre, me duele mucho. Y uno de los últimos dolores se
relaciona no con la masificación, la censura de la misma siempre fácil de
etiquetar como elitista. El nexo de unión de esa playa con el horizonte más
lejano, el que no se divisa desde sus arenas ni desde lo alto del cabo, es el
aterrizaje en junio de 1929 del llamado pájaro amarillo.
Ese mismo año se descubrió un sencillo monolito en recuerdo
de la hazaña de los tres aviadores franceses y del polizón que llevaban a
bordo. Ese monolito es parte de mi DNI y de mi DNA/ADN, ha estado ahí más de 80
años ¿Quién y en nombre de qué o quien lo ha retirado de su emplazamiento
dejando en su lugar únicamente un cuadrado de piedra sin la más mínima
explicación? Nos han dejado la peana pero yo quería al santo.
Ayer domingo, como muchas otras veces, me encontré en mi
paseo mañanero con Antonio Resines.
No nos conocemos de nada y siempre he dudado si saludarlo y someterlo al test
de comprobar como lleva su fama o respetar su intimidad y hacer como que no lo
reconozco. Antonio Resines tiene fama, está vinculado a la playa y ha producido
un documental sobre la aventura de 1929, la cuarta travesía del Atlántico sin
escalas.
Que sepa, desde aquí, ya que no se lo he dicho en directo, que
alguien se lo haga llegar, que tiene un voluntario para pelear por el reintegro
del monolito a su lugar. A ese lugar que todos los nativos y habituales de la
playa conocen como el pájaro amarillo. El mismo nombre que
un hotel rural de la zona y el del chiringuito de la playa, el que ofrece pecados
frescos. Nadie echará en falta la s en las paellas de Agus y María. Una
de las curiosidades gastronómicas menos conocidas de la región.
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