En el aniversario del asesinato
de Miguel Ángel Blanco algún dirigente del PP no ha dudado en utilizar
su memoria para albardarla de porquería. Un partido, decían, blindado ante la
corrupción. Alguno de sus dirigentes más caraduras lo sigue diciendo. En el 224
aniversario de la toma de La Bastilla, ayer, se me han ocurrido paralelismos
entre Luis XVI y su gobierno y el gobierno español de hoy, quién sabe si el de
mañana, que me preocupan profundamente. No voy a dar nombres esta semana. No
tengo recursos para afrontar querellas. Pero opino de ellos estrictamente lo
que se merecen, lo que opina la inmensa mayoría de un pueblo que en algún
momento va a sorprender a los que se
están equivocando al juzgarlo. Nuestro pueblo no es un pueblo de bueyes. Voy a
seguir refugiado en la literatura y la vida al aire libre.
Cada vez hago más caso a las recomendaciones en lecturas. Un amigo de
mi hijo me recomendó leer a Héctor Abad,
el
olvido que seremos, y en algún momento de esa lectura, otro amigo de mi
hijo intervino para decir que ese tema, la muerte del padre, estaba
insuperablemente abordado por Marcos
Giralt en tiempo
de vida. Me cuesta decidirme. Las dos me han gustado mucho, me han
afectado mucho. Es una literatura que traspasa el músculo, que llega al sistema
óseo.
Otra muerte de un padre, aunque no como motivo central de la obra, se
describe en Caramelo. Otra recomendación de otro amigo. Sandra Cisneros reúne en su periplo
vital las dos culturas del norte y sur del río Grande. Si se ha vivido en
Texas, y ayer hizo 14 años que aterricé por primera vez en Dallas, si se ha
visitado el Álamo, si alguna vez se ha vivido fuera del marco de referencia
familiar y cultural, si se ha sido inmigrante, caramelo es un himno
vital.
Nada más acabar de leer a Cisneros una reunión funeraria familiar me ha
hecho encontrarme con primos mayores. En la familia de mi padre, el benjamín de
once hermanos, siempre fui el pequeño pese a que cada vez resulte más difícil
creerlo. Hay una generación entera de desfase entre mis primos los mayores, que
van siendo devorados por la biología, y algún otro primo y yo. Mi abuelo
paterno, nacido en el concejo de Llanes, tiene descendencia conocida, además de
en Cantabria, en Panamá, Costa Rica, Florida, California y Oregón.
Pero no llegó solo a Cantabria. Un hermano de desplazó con él. Un
recuerdo vago para mis hermanos y para mí que algunas primas nos han
refrescado. Descendiente de ese hermano había un primo carnal de mi padre,
Agustín, que trabajaba en Barajas cuando un vuelo cada hora debía suponer
cierto estrés. Un sobrino de éste, un primo segundo que no conozco, JB, ha
tenido un afamado restaurante en la calle Tetuán.
O las hermanas de mi abuela Salomé, la que casó con el asturiano. A
algunos de sus descendientes no los he visto nunca o al menos no en los últimos
cincuenta años… Los primos de Cabezón, alguno de los cuales hizo fortuna en Guinea.
O los
de Zamora, con algún sambenito heredero de la guerra… Familia,
emigración – el ser o no ser de ninguna de las dos partes-, guerra y muerte…
los ingredientes de mis últimas lecturas.
Qué leen Cospedal y Cañete y Pons
y Floriano y Mariano y la vicepresidenta? Pedazo de lecturas supongo. Soraya, con ese afán de hacerse neutral
y simpática, ha tratado de decirnos que la última puñalada de las empresas
eléctricas consentida por el gobierno, bajo el manto del inexplicado e
inexplicable déficit de tarifa, es un
pedazo
de reforma. Y en pocos minutos de nuevo Bárcenas ante el juez. Quién
sabe si para aclarar definitivamente que nos gobiernan, y recortan en su
provecho, una banda de delincuentes como él mismo.
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