Un
regalo de Reyes me ha hecho manipular una foto tomada en el Louvre hace 20
años. Mi hijo y su madre flanquean una columna negra, yo creía que de basalto,
hasta que la Wiki me ha sacado del error.
La diorita cuenta en mi vida a partir de hoy. En ella, hace casi cuatro mil
años, quedó grabada una serie de disposiciones que pasan por ser uno de los
primeros códigos de la Humanidad. No hay mucha distinción entre civil, penal,
mercantil, laboral y político pero aquellas primeras civilizaciones urbanas y
agrícolas salían de la noche oscura del Paleolítico y tampoco era para
cogérsela con papel de fumar. El rey de Babilonia, y de casi toda Mesopotamia,
que patrocinó la obra era Hammurabi. No estoy seguro de haberlo escrito siempre
así pero eso es lo de menos.
Hacía
tiempo que me rondaba por la cabeza hacer una entrada en mi blog dedicada a ese
rey de Babilonia, cada vez más actual. La división social que recoge el código entre
hombres libres, semi-libres y esclavos, es una cosa clara, a la que podemos haber
puesto proa hace meses/años aunque no todo el pasaje, ni toda la tripulación,
sea todavía plenamente consciente. La posibilidad de llegar a la situación de
esclavo, wardu, por haber contraído deudas imposibles de pagar pone el código
de Hammurabi muy de moda.
No
he podido evitarlo pero pensando en los que todavía no se han suicidado de
aquellos que se han quedado sin casa, por desahucio, y además siguen debiendo
al banco más dinero del que aquella fue valorada al principio de la trampa, o
sea, que en el caso de que mantengan un trabajo y un salario, deben pagar un
alquiler para vivir, además de seguir pagando al banco por el bien que ya no
disfrutan, han llegado a la condición de esclavo, wardu, definida en el código
babilónico.
Esto
es volver a la casilla de salida en serio, sin medias tintas. Nada de volver al
plan de estabilización de 1957, ni a la dictadura de Primo de Rivera, si hay
que hacer un regreso vamos a hacerlo en serio. Hammurabi puede ser un punto de
partida adecuado. Claro que si los wardum-esclavos- aumentan en proporciones
geométricas, es por el descenso en las mismas proporciones de los mushkenum-
aquellos hombres semilibres que durante los últimos siglos han dado estabilidad
y prosperidad a las sociedades desarrolladas.
La
otra categoría, la de los awilum, no aumenta ni disminuye, se transforma. Cada
vez son menos emprendedores y más chorizos. La figura del awilum enchufado, de
Endesa o Telefónica o Gas Natural, es la que ha proliferado hasta la nausea. ¿Qué
parte de la tarifa de gas, teléfono o electricidad, que pagan los empobrecidos
mushkenum y los desgraciados wardum, está directamente relacionada con el peaje
que pagamos a los Acebes, Aznares, Costas, Gonzálezes, Piqués, Ratos, Salgados,
Zaplanas o Urdangarines? Cuánto más vamos a aguantar los wardum y mushkenum el
chuleo de los awilum, su transición sin escala entre altos cargos de la
política y altos cargos perfectamente prescindibles de la empresa privada? El
último sueldo de Rodrigo Rato en Telefónica, otorgado por el mismo presidente
de Telefónica que fue nombrado por Rato cuando era vicepresidente del gobierno,
debería ser el final de esta cascada de afrentas. Estos awilum-chorizos
deberían recordar el apoyo que el código de Hammurabi tenía en la ley del
talión. A ver si al menos alguno se acojona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario