martes, 8 de enero de 2013

Hammurabi




Un regalo de Reyes me ha hecho manipular una foto tomada en el Louvre hace 20 años. Mi hijo y su madre flanquean una columna negra, yo creía que de basalto, hasta que la  Wiki me ha sacado del error. La diorita cuenta en mi vida a partir de hoy. En ella, hace casi cuatro mil años, quedó grabada una serie de disposiciones que pasan por ser uno de los primeros códigos de la Humanidad. No hay mucha distinción entre civil, penal, mercantil, laboral y político pero aquellas primeras civilizaciones urbanas y agrícolas salían de la noche oscura del Paleolítico y tampoco era para cogérsela con papel de fumar. El rey de Babilonia, y de casi toda Mesopotamia, que patrocinó la obra era Hammurabi. No estoy seguro de haberlo escrito siempre así pero eso es lo de menos.

Hacía tiempo que me rondaba por la cabeza hacer una entrada en mi blog dedicada a ese rey de Babilonia, cada vez más actual. La división social que recoge el código entre hombres libres, semi-libres y esclavos, es una cosa clara, a la que podemos haber puesto proa hace meses/años aunque no todo el pasaje, ni toda la tripulación, sea todavía plenamente consciente. La posibilidad de llegar a la situación de esclavo, wardu, por haber contraído deudas imposibles de pagar pone el código de Hammurabi muy de moda.

No he podido evitarlo pero pensando en los que todavía no se han suicidado de aquellos que se han quedado sin casa, por desahucio, y además siguen debiendo al banco más dinero del que aquella fue valorada al principio de la trampa, o sea, que en el caso de que mantengan un trabajo y un salario, deben pagar un alquiler para vivir, además de seguir pagando al banco por el bien que ya no disfrutan, han llegado a la condición de esclavo, wardu, definida en el código babilónico.

Esto es volver a la casilla de salida en serio, sin medias tintas. Nada de volver al plan de estabilización de 1957, ni a la dictadura de Primo de Rivera, si hay que hacer un regreso vamos a hacerlo en serio. Hammurabi puede ser un punto de partida adecuado. Claro que si los wardum-esclavos- aumentan en proporciones geométricas, es por el descenso en las mismas proporciones de los mushkenum- aquellos hombres semilibres que durante los últimos siglos han dado estabilidad y prosperidad a las sociedades desarrolladas.

La otra categoría, la de los awilum, no aumenta ni disminuye, se transforma. Cada vez son menos emprendedores y más chorizos. La figura del awilum enchufado, de Endesa o Telefónica o Gas Natural, es la que ha proliferado hasta la nausea. ¿Qué parte de la tarifa de gas, teléfono o electricidad, que pagan los empobrecidos mushkenum y los desgraciados wardum, está directamente relacionada con el peaje que pagamos a los Acebes, Aznares, Costas, Gonzálezes, Piqués, Ratos, Salgados, Zaplanas o Urdangarines? Cuánto más vamos a aguantar los wardum y mushkenum el chuleo de los awilum, su transición sin escala entre altos cargos de la política y altos cargos perfectamente prescindibles de la empresa privada? El último sueldo de Rodrigo Rato en Telefónica, otorgado por el mismo presidente de Telefónica que fue nombrado por Rato cuando era vicepresidente del gobierno, debería ser el final de esta cascada de afrentas. Estos awilum-chorizos deberían recordar el apoyo que el código de Hammurabi tenía en la ley del talión. A ver si al menos alguno se acojona.

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