Hace
unos días, pocos, en una tertulia radiofónica se debatía abiertamente sobre la
conveniencia de la abdicación del rey de España. El ejemplo holandés debía ser
la coartada. Partidarios y contrarios de la idea mantenían el mismo argumento:
Dada la situación actual, del conjunto de la sociedad, de sus dirigentes y de
la propia familia real, mejor abdicar, y por lo mismo, los otros mantenían que mejor
mantener la experiencia, del rey, frente a la juventud, del príncipe.
El
concepto de joven se ha ido alargando en los últimos tiempos pero no es malo
recordar que Felipe Borbón y Grecia, creo que ese es su segundo apellido, pero
no estoy completamente seguro, el príncipe, cumple hoy cuarenta y cinco años. A
su edad yo no me consideraba joven, mi hijo tenía quince años, la hipoteca de
la vivienda familiar ya estaba cancelada y había cotizado más de un cuarto de
siglo a la Seguridad Social lo que debía equivaler a unas 50.000 horas, 50.000,
de trabajo asalariado para distintos patrones incluyendo el Estado español, y
lo que es peor, con miles de mañanas escuchando un despertador. Todas las
comparaciones son odiosas, pero si Felipe alguna vez tiene que ser el jefe del
Estado, cuarenta y cinco años no me parece una edad muy temprana para empezar.
A
mi me gustarían otras opciones más modernas para la primera magistratura del
estado, alguna forma electiva y no hereditaria, pero en cualquier caso, un
hombre que ya ha cumplido los 75 y que precisamente en el último año ha dado
mucho que hablar con su vida privada, al margen de su estado de salud, parece
estar en un momento fantástico para pasar a ser una especie de rey emérito, rey
padre o Duque de Botswana, o de los elefantes, el título parece lo de menos,
pero jubilado, jubilado ya, este año mejor que el próximo.
El
año que nació Felipe, 1968, se publicó en España un artículo titulado como esta
entrada a mi blog. Se completaba con un “No al general De Gaulle” Era mayo y en
Francia había algo muy parecido a una revolución. Aquí, en plena dictadura,
alguien entendió que De Gaulle era otra coartada y que el verdadero no, que
Calvo Serer y el diario Madrid querían dar, era al general Franco.
Aquel
diario que ya había tenido serias advertencias por su compromiso con el futuro,
acabó literalmente dinamitado, pero como parece que los mortales no pueden ser
a la vez, no podemos, ser inmortales, el general, los generales, el de aquí y
el vecino, acabaron desapareciendo. Es cierto que De Gaulle no esperó a morirse
en el cargo.
Con
el hedor de la corrupción invadiendo la propia Zarzuela, la fecha de hoy ha
sido un tren que el rey no ha querido tomar. Claro que si los asesores de la
familia también están en la trama, vamos a ser los republicanos quienes le
demos buen consejo y no lo aceptará, y… el último rey de España que murió en el
trono fue Alfonso XII, en 1885 y ya su madre, Isabel II, había muerto
destronada en Francia. Es tiempo de retirada. Una gran ventaja conseguida en
estos cuarenta y cinco años es que nadie volará este blog. Eso espero.