Llevo semanas con un zumbido en la oreja que trata de despertar al historiador que nunca llegué a ser. Confesé en este mismo terreno como me había sorprendido la noche electoral del pasado 20 N traduciendo un texto del materialismo histórico. Posteriormente, he escuchado en la radio, puede hacer unos quince días, al decano de la política española, fallecido Fraga supongo que nadie cuestiona ese título para Carrillo, hablando de una división social, en la actualidad, muy parecida a la que describieron algunos pensadores pre marxistas, que han llevado durante lustros la etiqueta de utópicos como un sambenito.
Personalmente hace mucho que me gusta más la expresión pre marxista, que socialista utópico. Acabando la fiesta del socialismo pretendidamente científico como acabó (Hay lugares en donde todavía no ha terminado) no veo la necesidad de seguir pensando, pocos deben hacerlo ya, que el conjunto del pensamiento social anterior a Marx sólo habría servido para desembocar en su teoría de la revolución.
Académicamente, la otra parte de la teoría marxista, la del análisis de los procesos históricos que han llevado a la humanidad hasta su situación actual, mantiene todo su vigor y en mi opinión compite con ventaja frente a otros modelos envueltos en papel de fumar. Al fin y al cabo, el presidente Obama no hace todavía 24 horas que ha igualado la lucha de clases al american way of life (versión demócrata)
Entre los precursores del socialismo hay una figura que siempre me pareció más atractiva que los demás, aunque Owen siempre contó con mis simpatías, el conde Saint Simon. Noble, como su título indica, con 16 años se embarcó para América para ayudar a los rebeldes de las trece colonias. Ese apartado siempre ha estado cubierto por el marqués de Lafayette. No comulgó con su estamento en las vísperas revolucionarias y favoreció la revolución, como el propio Lafayette, para instaurar una nueva sociedad. El meridiano para él separaba a los activos de los demás.
Entre los activos no distinguía demasiado entre emprendedores y asalariados. El enemigo eran los otros, los enemigos del progreso industrial. Los que nuestros liberales bautizaron como “manos muertas”, improductivas. Si hubiera empezado esta columna con la cita siguiente, quién hubiera pensado que tiene alrededor de dos siglos de antigüedad
“qué pasaría en Francia en caso de morir sus cincuenta primeros físicos, matemáticos, poetas, banqueros, carpinteros, músicos, literatos, etc. En total, tres mil personas (…) el país caería en un estado de inferioridad frente a las naciones rivales. En cambio, si muriera la clase política, no pasaría nada. La pérdida del rey, duques, cardenales, obispos, jueces, ministros, consejeros, los diez mil propietarios más ricos, etc., en total treinta mil, sólo causaría pena, pero de ella no resultaría ningún mal político pues sería muy fácil volver a ocupar los lugares vacantes".
¿Cuánto de manos muertas tienen hoy los de la ingeniería financiera? Los pregoneros del ajuste, los que durante lustros han deslocalizado la producción industrial, y siguen en ello, -Teka es un ejemplo cercano, actual y doloroso,- cuánto de aprendiz de brujo, ahora que la crisis en Europa se volverá, ya se está volviendo, contra los lugares que fabricaban lo que antes se había fabricado aquí y ahora no tendrá comprador… ¿Dónde se ha quedado la igualdad que preconizó la revolución? ¿Qué porcentaje pagan los que más tienen? ¿Deberemos competir con China rebajando las condiciones de trabajo aquí sin haber intentado cambiar las de allí?
El presupuesto francés de 1788, que originó el descontento, la convocatoria de los Estados Generales y la elaboración de los Cuadernos de Quejas, tenía una pequeña parte destinada a inversión productiva. Si después de las elecciones andaluzas tenemos finalmente un presupuesto para 2012, aunque sea traducido del alemán, alguien se atrevería ahora a afirmar que destinará más porcentaje a la inversión productiva que el francés de hace dos siglos y cuarto?
Sobre el aspecto folclórico de esta sociedad neoestamental, el papel de la familia real, la iglesia, y la celebración del bicentenario de la constitución de 1812 habrá que volver antes de dos meses.
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