O no ser. Este blog está a punto de cumplir quince años y recojo la última novedad: a diario aparece el término –boomer- y me repatea como me repatea todo préstamo lingüístico innecesario. Además, me he pasado muchos años explicando la transición demográfica a mis alumnos y a esta edad creo que puedo permitirme decir que nuestra explosión demográfica fue una caricatura de la que aconteció en Europa occidental y Norteamérica al final de la II Guerra Mundial. Aquí, veinte años más tarde, los veinte años que se perdieron en el siglo XX para casi todo lo que se quiera analizar. Y la conjura para que a diario surja el término - boomer- fundamentalmente para decir que menudo chollo haber sido de esa generación. Que tenemos pensiones de jubilación insostenibles –esa es la clave-. A nadie le preocupó lo que cotizamos antes de esa fecha gloriosa de colgar los hábitos… Claro que no estoy seguro de que la sociología de la señorita Pepis me sitúe en esa etiqueta. Puedo ser algo más viejo que esos de la mini explosión demográfica hispana. Un chollo, sí. Con el No-Do y el rosario en familia; inaugurando miles de pantanos, uno diario durante cuarenta años; o comprando pisos a los 18, antes del servicio militar obligatorio, y lo más de lo más: follando sin parar desde los 15 o 16… Y ahora podría parecer que estamos castrando a la juventud. Lo mejor es morirse rápido: Señor, llévame pronto. Pues no. Prisa ninguna. Puedo volver a echar mano de la entrada de la semana pasada. En este caso en singular: ¡Y un huevo!
Hay otras noticias en la semana y alguna no es mala. Cuando estrenaron Sirát decidí que no debía verla. Me llegó propaganda o críticas que me hicieron tomar esa decisión. El festival de cine de Santander, que va cuajando año tras año, ha posibilitado el miércoles pasado el privilegio de escuchar de cerca a Oliver Laxe, -acompaño prueba gráfica- el mismo día en que su película alcanzaba la línea de salida en la carrera de los premios Óscar. Después del coloquio vi la película. Ni me gusta la música electrónica, ni soy muy afín a una juventud, no tan joven, que puede estar emulando el movimiento hippie. Pero esa película sobrecoge, hay que verla y puede tener carrerón internacional. Con Óscar o sin él.
Con algo hay que cerrar. Se está
revolviendo una nueva guerra del ferrocarril. Usar ese medio como arma
arrojadiza, tiene una larga tradición en Cantabria. Desde hace un siglo
aproximadamente. Es muy tierno escuchar ahora a la candidata regionalista, que
no recuerda, o silba mirando al techo, lo bien que se lo pasó su amado
presidente Revilla confraternizando
con Pepe Blanco, ministro del ramo,
cuando nos vendieron dos AVEs por el precio de uno, hace veinte años. Uno de
ellos puede que acabe llegando a Reinosa. Nunca a Santander. Semejante
despilfarro dejará en pañales al aeropuerto de Ciudad Real, al de Castellón y a
cualquier otro disparate de los ocurridos en los últimos tiempos. Un
ferrocarril civilizado, nunca de alta velocidad, que una Santander con Bilbao
parece que no será tampoco de este siglo. Que el ministerio divida en tres
tramos el recorrido, podría justificarse. Que se inicie la construcción en el Bilbao-Castro,
no parece del mayor interés para Cantabria. Yo no lo voy a ver, pero tengo
nietos, y una parte de su familia vive en Vizcaya/Bizkaia…
Hay más en relación con los ferrocarriles. Los nuevos trenes que deberían llegar para las cercanías de ancho métrico el próximo año… es muy posible que se retrasen. La compañía que los fabrica es la única española denunciada por Amnistía Internacional entre las que están trabajando a favor de intereses del gobierno de Israel. Hace más de seis años que se denuncia su participación en la usurpación de territorio palestino en los asentamientos ilegales de Cisjordania. El gobierno vasco de coalición PNV-PSE es accionista de la empresa. Quizá podría forzar la paralización de las obras de construcción del metro ligero entre Jerusalén Este y esas colonias ilegales. El pleno del Parlamento vasco del pasado jueves se podría considerar de postureo máximo. También en Berlín hay un gobierno de coalición. No me ha llegado ninguna diferencia que pueda marcar un rumbo más humanitario entre el SPD y la postura del canciller Merz.
Gaza, vergüenza de la humanidad; Gaza, siempre en la memoria
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