domingo, 21 de mayo de 2023

Novena asamblea

Eta, doce años después, no debería ser más que la conjunción copulativa “y”, que a veces se apocopa en “ta”, pero a la plana mayor del PP le ha dado por copularnos a todos. Distinguida, en cabeza, su ariete madrileña, más ida que nunca, trabajando para ella y su entorno y justificando que pueda usar las víctimas contra esas mismas víctimas. El desencuentro con Consuelo Ordóñez es una prueba poco rechazable de dónde se coloca Díaz Ayuso. Hasta ahí poca novedad y ningún estreno mundial. Pese a que a muchos nos provoque asco, la utilización partidista de las víctimas del terrorismo tiene ya trienios de antigüedad. Lo que más me descoloca es que esa utilización pueda conseguir una mayoría absoluta en ese planeta de otra galaxia llamado Madrid. Insisto, pese a las propias víctimas.

La presidenta madrileña no es, ni mucho menos, la única que en su partido se ha lanzado a esa podredumbre moral. No me he aprendido el nombre, ni lo voy a hacer, de un diputado o senador que ha unido la nueva ley de vivienda y el atentado de Hipercor de la Meridiana de 1987. Sí, hace tres docenas de años. Como acepto que las comparaciones son odiosas y no soy partidario del “Y tú más…”, no rebusco fechas históricas y comportamientos de líderes conservadores entre, pongamos, 1936 y 1978. Eso perdemos o ganamos.

Ni soy especialista ni tengo ya mucho interés histórico en la evolución de la banda, pero antes de que el PP se convirtiera en una nueva asamblea etarra, el ordinal de los otros me parece que iba por la VIII asamblea. O sea que ahora, sin muchas fisuras, desde al menos 2004, el partido conservador bien podría denominarse PP IX Asamblea.

ETA siempre tuvo en la frontera una parte notable de su posibilidad de acción. Al otro lado de esa muga/frontera, otro presidente francés ha sido condenado por corrupción. Sarkozy, como antes Chirac, demuestran, incluso en lo malo, las ventajas de un sistema republicano. Aquí, el rey fugado morirá, como el capitán Garfio, cuando se equivoque de mano al rascarse su noble arco de triunfo, o sea, descojonado. De todos nosotros.

Y a una semana del encuentro electoral me veo obligado a ajustar mi lente a lo cercano. Vivo en el municipio en el que nací. Su Ayuntamiento no ha cambiado el color de su equipo de gobierno desde 1979. Con distintas combinaciones, en distintas coyunturas, con mayorías absolutas o minoritarias, con compras de concejales ajenos, con, con, con… Algunos días llevo esa fecha sin cambio de color hasta 1937. No por radicalismo. Hay un hecho objetivo: El último alcalde “digital” del franquismo fue el primero elegido en 1979. El mismo. Juan Hormaechea posibilita esa continuidad. Me moriría más tranquilo si llegara a ver un cambio en el equipo de gobierno del Ayuntamiento de mi ciudad natal.

Después tenemos la región. Cantabria, comunidad autónoma uniprovincial desde 1982. Sexto estatuto de autonomía aprobado después de la Constitución de 1978. Aquí sí ha habido cambios en los gobiernos. Hasta 1995, con más o menos estabilidad, con dirección conservadora, con el paréntesis de unos meses del gobierno de unidad del socialista Jaime Blanco en 1990/91. Entre 1995 y 2003, coalición popular-regionalista. Entre 2003 y 2011 coalición regionalista-socialista. De 2011 a 2015 mayoría absoluta popular y desde entonces otras dos legislaturas de PRC con el PSOE. ¿Qué viene ahora? Parece que el resultado está muy abierto y la candidata popular, que vende cambio después de haber sido diputada media vida y vicepresidenta la última vez que su partido gobernó, clama porque si no gobierna ella lo harán los comunistas. Supongo que gobernar con fascistas le parece menos grave. El Ateneo de Santander entra en la campaña y este próximo martes presenta un encuentro con dos moderados como Mayor Oreja y María San Gil. Quién  le iba a decir al octogenario Revilla, que solo en la edad puede parecerse a los jerarcas soviéticos, que si vuelve a ser presidente será con los rojazos.

Votaré mal menor. Sin ningún entusiasmo. Para facilitar un nuevo gobierno comunista de Revilla sin votar PRC. La solución en una semana. Y después otra vez a empezar…hasta diciembre.

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