El último día de la primavera ha olvidado los calores extremos de la semana pasada. El Juan Sebastián Elcano entra en este puerto con un toldo gris en el cielo que no solo no quita belleza a la bahía, probablemente la aumenta. Quinientos años de una de las mayores aventuras de la Historia, dar la vuelta al planeta navegando siempre con rumbo oeste y, no hace mucho que se ha divulgado, uno de los pocos que completaron esa primera vuelta a la Tierra era natural de esta ciudad. Juan, de Cueto, de Santander. Es posible que un poco más cerca de la fecha de la conmemoración oficial de la hazaña, también haya viajes y no tengo claro si van a ser gratis, en autobús, no en barco, para traer desde Gijón aficionados a los toros que ayuden a llenar nuestra plaza dentro de un mes. De disparate en disparate y sin visos de mejora.
Una cita anual, imposible los dos últimos años, me ha impedido publicar ayer contra mi última costumbre. No es fácil escribir hoy sin mencionar que ayer ha habido elecciones en Colombia, en Francia y en Andalucía. Resultados dispares. La más cercana, la cita andaluza, puede alumbrar, de una vez, que no hay nada propio para ningún partido. Que la comunidad más poblada de España, considerada feudo de la izquierda durante lustros, ha dado ayer mayoría absoluta a un PP con careta de moderado. Enhorabuena. Vox no ha ganado mucho. Sus propuestas enloquecidas de regreso al pasado más oscuro se van a quedar en el armario. Tampoco ganan dentro del PP, los aplaudidores de Díaz Ayuso. Lo de la izquierda, que solo está unida en los nombres de las candidaturas, también va a dar para semanas de análisis. De momento, el PSOE que, relativamente, no es el peor parado de ese flanco, no parece que haya tomado nota. En el mejor plan Alcoyano C.F. se queja de la falta de tiempo para que su candidato…bla, bla y más bla. A su izquierda, ya solo queda seguir afilando navajas y ver a quién se le cuelga la derrota histórica.
La Asamblea Nacional de Francia dará mucho que hablar en los próximos meses, hasta su disolución anticipada que, creo que por primera vez, se da como posible en la propia noche electoral. Cuatro bloques, en principio con pocos puntos de contacto entre ellos. La mayoría presidencial puede intentar recurrir a la derecha republicana para sacar adelante las leyes. Eso llevará a Macron a abandonar cualquier veleidad progresista. Mientras el casi desaparecido partido socialista jugará en la banda de la izquierda extrema… No va a ser nada cómodo. Con un desplazamiento global a la derecha, esos cuatro bloques puede que no sean tan diferentes de aquella Francia política que dejó en herencia el general De Gaulle en 1969 y que no dio cabida a la alternancia hasta la victoria de Mitterrand en 1981.
Y Colombia, con victoria histórica del representante de la izquierda. Junto a Chile hace unos meses, quién sabe si de nuevo con victoria de Lula en Brasil el próximo octubre, marcando un tiempo nuevo en aquel continente. Pero con todos esos acontecimientos de diverso orden, yo no puedo acabar hoy sin recordar que también fui metalúrgico.
Cuando los trabajadores de ese sector están a punto de alcanzar las tres semanas de huelga, es bastante insólito por aquí que las posturas de la negociación no se hayan movido nada. El miércoles pasado me acerqué a la manifestación que convocaron los sindicatos de los metalúrgicos. Yo lo fui, aunque ahora parezca que era una vida anterior- y quizás lo era-. Yo fui metalúrgico y eso parece que imprime carácter. Tanto como algún sacramento. Hace unos años me crucé en Berlín con la manifestación del 1 de mayo y le pedí a un metalúrgico que me dejase su bandera. Él mismo me hizo la foto.
La manifestación del miércoles fue muy nutrida. Se ha dado una cifra de 20.000 asistentes que en nuestra escala y en una reivindicación sectorial, no deja lugar a dudas. Ha sido una manifestación de las mayores de los últimos años. Pero lo que me pareció muy relevante fue la intensidad con la que se coreó el grito de “Revilla, dimisión” Todo era igual que cuando yo era metalúrgico siendo todo distinto. Los metalúrgicos de hoy son como los de ayer, pero con piercings, coletas, tatuajes y pantalones cortos. Y frente a una cerrazón patronal insólita, quieren que el gobierno ejerza de árbitro. El presidente Revilla, ante un problema real, no ha sabido enfocar la acción del gobierno. El riesgo de que el conflicto del metal, bastante pacífico hasta ahora, gire para desembocar en un conflicto de orden público es enorme.
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