domingo, 16 de mayo de 2021

Los prodigios de un decenio

 

No hay todavía perspectiva histórica para juzgar lo que empezó a ocurrir a mitad de mayo de hace diez años. Así, cada cual puede pensar que estamos mejor o peor y eso es el terreno de los sentimientos y ahí no es fácil entrar. Con la guerra de las vacunas como segundo episodio de la guerra de las fases de la pandemia, con la sensación de que el divorcio entre políticos profesionales, de todos los colores, y electores es creciente… las fiestas del fin del estado de alarma han podido provocar sonrojos pero solo un ratito. Enseguida han servido de más munición. Quienes no han querido estado de alarma lloran por su final y quienes lo han defendido han podido terminarlo, hartos, antes de tiempo o de mala forma. ¿De verdad era necesario terminarlo un sábado por la noche? Cuántas cosas hemos tenido que hacer mal entre todos para que se pueda seguir viendo/escuchando a diario: que seguimos en una dictadura fascista o que tenemos un gobierno bolivariano comunista… No sé si es solo amor por la hipérbole o el masoquismo ha ganado ya un terreno irreversible entre nosotros.

Ya se ha cumplido un año de la muerte de Luis E. Aute ocurrida durante el cerrojazo del primer estado de alarma. Nos cantó mucho y bueno. Nos relacionó el cine y los sueños… Cine, cine, cine. Ha pasado ya medio siglo desde 1971, que fue un buen año de producción cinematográfica. Eso da una perspectiva histórica más exacta. No creo que las añadas del cine se celebren como las del vino pero de esa cosecha son: El Decamerón de Pasolini; El violinista en el tejado de Jewison; La naranja mecánica de Kubrick; Muerte en Venecia de Visconti; Perros de paja de Peckinpah  o La banda de los Grissom de Aldrich… y muchas más. El mundo se podía estremecer a diario con la guerra en Vietnam o la hambruna en Bangla Desh, pero también se acudía al cine. Más que ahora.

Españolas en París” de Roberto Bodegas es de esa añada. Una película sencilla pero que retrataba con bastante fuerza un “así éramos”. Españoles, y españolas en este caso, que salían a buscarse la vida a la Europa rica. En el panorama español de la época, la película rompió de manera radical con la “españolada” o con otro cine muy   minoritario e intelectual, condenado al fracaso comercial, y planteaba unos problemas reales que le sucedían a la gente real. Como podía haber hecho el cine italiano veinte años antes. Al final, las “palabras para Julia” de Goytisolo, en la voz de Paco Ibáñez, con Ana Belen en una ventanilla de la embajada frente a un funcionario muy de aquel momento...También constituía un guiño fácil de entender.


Y otra película española poco convencional de 1971  es “Canciones para después de una guerra”, de Basilio M. Patino, pero esta tuvo menos suerte con la censura. No se estrenó hasta 1976. Después del entierro del dictador. Yo vivía entonces en Barcelona y todavía estaba soltero y creo  recordar que se estrenó en aquel circuito confuso que permitió algunas alegrías desde finales de los 60 que fueron las salas de arte y ensayo. Solo recuerdo una de aquellas canciones, el “Ya hemos pasao” de Celia Gámez, (*) que no he escuchado nunca más, ni antes ni después, y que me ha venido a la memoria recientemente con motivo de las elecciones autonómicas madrileñas. Alguien le podría cantar ahora mismo a Netanyahu algo similar. Patino, ya fallecido, pasó hace ahora ocho años por la Filmoteca de Cantabria con su documental sobre el 15 M. Ese que cumple ahora diez años y del que decía al principio que no tenemos todavía perspectiva histórica para evaluarlo, aunque en los últimos dos o tres días ya he visto que no es un criterio muy compartido y estamos evaluando lo de 2011 como si no hubiera un mañana… 

A mí se me han agolpado y no he querido ni podido evitarlo, recuerdos de otros días de mitad de mayo. Coincidencias. En 2012, regreso de un viaje muy especial a África. 2015, final de una estancia larga en Berlín; o 2016, con foto de una manifestación a favor de los refugiados sirios y esa foto equivalía y equivale a un cambio de estado civil. Y no, no tengo mi foto en la Plaza Porticada en 2011. No pasé más de tres veces por allí aquella primavera. Me parecía muy interesante lo que sucedía pero, a la vez, creí que ya no me tocaba. Al fin y al cabo mi cosecha es ya una reliquia.

 

(*) (…)¡No pasarán!, decían los marxistas

¡No pasarán!, gritaban por las calles(…)

¡Ya hemos pasao!, decimos los facciosos

¡Ya hemos pasao!, gritamos los rebeldes(…)

 

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