domingo, 6 de diciembre de 2020

Los traidores: Otra vez

 

De abuelo para abueletes, cambio. No se han ido nunca pero a veces se sienten con más fuerza para hacerse notar: Otra vez los traidores. Hay que repetírselo. No están acostumbrados a escucharlo. Aquí sectores del ejército y de la conspiración civil le dieron la vuelta al lenguaje y sentenciaron y asesinaron a miles de españoles por rebelión, cuando los rebeldes eran ellos. Tratan de seguir. Más de ochenta años no ha sido suficiente. En cualquier país de nuestro entorno europeo occidental, estaría fuera de duda que militares que se pronuncien contra el orden constitucional, lo escribo un 6 de diciembre, son unos traidores. Aquí, se ha violado tanto el lenguaje, se ha abusado tanto del término traición, que la mayoría de la población abomina de esa palabra. Y hay que rescatarla y devolvérsela a sus legítimos ostentadores.

Todos hemos contribuido a la violación del lenguaje. Seguimos hablando de memoria histórica cuando simplemente necesitamos hablar de memoria democrática. La memoria es a la Historia como un ladrillo a una pared: Una parte, nada más. Pero mientras que en el entorno occidental citado anteriormente el fascismo fue derrotado, no ocurrió lo mismo en España. Quizás todo el ruido reciente, incluida la  amenaza de fusilar a más de la mitad de la población, ayude a situarse a quienes piensan que en el 78 hubo algo así como una dejación por parte de la oposición democrática al franquismo. La ecuación es muy simple. Si la llegada al gobierno en 2019 de una coalición de izquierdas, con mayoría parlamentaria, suscita este entusiasmo en determinados sectores, que calculen lo que había entre 1975 y los dos siguientes lustros. Además de  la actividad asesina de ETA…

En este ambiente, crecientemente irrespirable, las responsabilidades están compartidas pero no al 50%. El problema catalán, con siglos de antigüedad y resucitado en mi opinión por la corrupción de Convergencia, no ha ayudado. Pero el tratamiento que le dio el anterior gobierno de Rajoy tampoco ayudó mucho. A diario, en todos los niveles de las administraciones podemos escuchar perlas y guerritas de símbolos. Madrid está en los últimos tiempos en la mejor sintonía con los movimientos secesionistas de las nacionalidades periféricas. El lunes pasado el portavoz popular en el Parlamento de Cantabria, en un alarde de populismo muy barato, se oponía a la partida destinada a la memoria democrática en los presupuestos de nuestra región y pedía que esa cantidad se destinara a las ayudas a afectados por la pandemia. Íñigo, sabes que no hay animosidad personal, pero lo del lunes pasado es infumable. ¿Qué tal retirar el concierto educativo a centros que cobren cuotas ilegales? Ahí sí que habría mucha sustancia financiera para ayudas post-pandemia.

No es la ministra de Defensa mi preferida dentro del actual gobierno pero debo reconocer que, en una entrevista radiofónica esta semana, después de llevar el caso de los abueletes golpistas a la Fiscalía, ha estado sublime. Manejando florete o estilete con habilidad forense. Ha dejado muy claro que muchos de estos supuestos patriotas a quien tanto les duele bla, bla y más bla, dejaron el uniforme no hace cinco o diez años al alcanzar la edad de jubilación. Lo dejaron hace treinta o cuarenta para pasarse a pilotar aviones comerciales y ganar mucho más dinero que en el Ejército que los había formado. Nada ilegal. Pero reafirmando el patriotismo de cartera que tanto abunda. El patriotismo mejor demostrado se mide en la declaración del impuesto personal sobre la renta. ¿Qué tal por ese lado, abueletes? Cambio y corto.

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