Parece que en Emilia Romagna, la región italiana
que ocupa buena parte de la llanura del Po, con ciudades como Parma, Módena y
Ferrara o Ravenna, y su capital, Bolonia, con un par de vuelos directos
semanales desde aquí, una región que desde el final de la guerra y del fascismo
ha estado gobernada por la izquierda, en esa región, la ultraderecha tenía ayer
una apuesta. Parece que la ha perdido. Con todo lo que hay que mirar por aquí,
también he mantenido atención a lo que ocurría allí.
La política gamberra, la misma de Abascal y su trouppe, y que antes de
cualquier otra consideración es eso en esencia, gamberra, y que capitanea Salvini, que se ha permitido un
particular puerta a puerta en la campaña que probablemente ha contribuido a su
derrota y al nacimiento de un nuevo movimiento ciudadano, las sardinas, que
quiere llenar las plazas de Italia con la imagen de plenitud de las sardinas en
lata.
Llamar al timbre de la puerta de emigrantes para
preguntar si tienen droga, ¿cómo se puede calificar? ¿Cuántos millones de
descendientes de migrantes italianos podemos encontrar en tantos países de
Europa y América? Les gustaría que el gamberro ultraderechista de su país de
residencia hiciera con ellos lo mismo que ha hecho Salvini?
Europa lleva años, casi todos los de este siglo
por lo menos, con una política manifiestamente errada en torno a los procesos
migratorios. La referencia de baluarte de los derechos humanos hace tiempo que
se abandonó y no sólo eso. Desde un plano puramente utilitario, la estructura
demográfica de este muy viejo continente, no tiene salida a medio plazo sin una
política migratoria distinta.
Ese debería ser el nuevo compromiso histórico.
En los años en que el PCI formuló su política de compromiso con la derecha
democrática italiana, Bolonia tenía un alcalde al que yo había conocido por sus
estudios de Historia agraria. Dentro de un libérrimo plan de estudios que la Universidad de Barcelona
mantenía en los años 70, me matriculé en dos o tres materias que no eran objeto
directo de mi interés pero que al final me gustaron mucho. En una de ellas, me
propusieron la lectura de una obra de Renato
Zangheri. Me entusiasmó. Investigando un poco me enteré que había aparcado
su carrera académica y que desde 1970 era alcalde de Bolonia. Siguió en ese
puesto hasta 1983.
Los años de plomo en su país y en su ciudad. El
particular desarrollo que en Italia tuvo la guerra fría. Los atentados
fascistas y los de las Brigadas Rojas. Zangheri contribuyó como pocos a que el
apelativo de roja tuviera en Bolonia doble significado. No solo el de la piedra
y el ladrillo. Había mesas electorales en las que las listas del PCI conseguían
más del 70% de los votos… con progresiva debilidad hasta hace poco. El año
pasado, en las europeas, la izquierda dejó de ganar en la región de Emilia
Romagna. Ese era el diente que Salvini quería hincar para hacer caer al
gobierno. 28 escaños para la lista de izquierdas, 22 de los cuales directamente del P.D, heredero directo del PCI; 18 para la lista de la derecha, 14 de ellos de la Liga. El movimiento de las cinco estrellas se ha estrellado bastante en Emilia Romagna, dos escaños que servirán de muy poco.
El compromiso storico de hace 50 años no pudo
ser. La situación política en Italia ha evolucionado a trompicones. La caída
del sistema corrupto del penta partito y la debilidad del PDS abrió paso a Berlusconi y más tarde a Salvini y un nuevo partido gaseoso como
las cinco estrellas. El PCI ha evolucionado hasta hacerse poco reconocible,
pero su herencia es lo único que puede salvar a Italia del neofascismo
gamberro.
En cuanto al nuevo compromiso histórico
necesario para Europa, no veo, y lo siento, bases muy sólidas para un mero
planteamiento riguroso. Lo más positivo llega del nuevo gobierno español: La
transición ecológica ha sumado el reto demográfico y se ha elevado al rango de
vicepresidencia. No está mal para empezar. Ahora falta todo lo demás.