La transmisión oral, a veces, origina errores que pueden tener
su nota graciosa. Quienes tenemos determinada edad recordamos sin demasiado
esfuerzo el adoctrinamiento que sufrimos en nuestra infancia y juventud. Quién
estaba impasible, el ademán o el alemán? Íbamos por rutas imperiales o por
pomporrutas imperiales? Algunas segundas
partes se convierten en tragedias, pero
lo grotesco acecha con poca misericordia.
Ayer un amplio frente impopular convocó a exhibir banderas
en Madrid. Ni los organizadores se atreven a revalidar cifras que, dicen, se
alcanzaron en otros momentos. ¿Se podría tildar de fracaso la exhibición de
músculo de las derechas que ya no tienen ningún empacho en fotografiarse con los fascistas? Elemental prudencia. Hay mucha costumbre de
despellejar el animal antes de cazarlo.
Hay dirigentes políticos que piensan que los ciudadanos no tenemos problemas reales, y recurren a inventarlos.
Impagable, para que el lío siga puntuando en shows celtibéricos, que elementos
como Alfonso Guerra, abanderado del
nepotismo en la España postfranquista, se deje aplaudir por elementas como Dolors Montserrat. O que dirigentes
socialistas que presiden las comunidades menos avanzadas de España revienten
las esquinas con sus maledicencias.
Además, en esa tribu, hay insignes como Corcuera y Redondo Jr. Y
como lo grotesco es una vía segura hacia lo ridículo, en algún rincón de la
foto aparece Manuel Valls. Aspirante
a la alcaldía de Barcelona y exprimer ministro de Francia, si no recuerdo mal
en las filas, entonces, del partido socialista. Quien quiera avanzar en
solución de conflictos por vía de diálogo lo tiene crudo, y no solo con los
adversarios. ¡Cuánta ruindad!
Parece que la palabra relator, elegida por la vicepresidenta
en el Senado, fue el punto del hasta aquí
hemos llegado y te vas a enterar de
lo que vale un peine. Para pelear siempre hay motivos. Cuenta más la
intención. Por ejemplo, un relator hubiera impedido que la alcaldesa de
Santander fuera reina por un día al comprar su relato, -parcial, medio falso,
sobre el informe que presentó el gobierno de España relativo a la playa de la
Magdalena- los principales medios nacionales que al día
siguiente tuvieron que matizar, una vez leído el informe.
Yo fui relator. En Zamora, a principios de este siglo, en
unas jornadas de una asociación a la que pertenecía pero en la que no
participaba demasiado, ni estaba en sus órganos directivos. La secretaria me
propuso como relator de aquel encuentro. Me pudo parecer un embrollo al principio,
pero me acabó gustando y mi trabajo fue satisfactorio para los asistentes. Comparar
las nuevas organizaciones de las familias al despuntar el siglo XXI, con los
movimientos orogénicos, parece que fue acertado. Los cambios han tenido algo de
telúrico. Lo que ya se admite mayoritariamente para las familias, no se admite
para las banderas. Las derechas solo quieren una ¿Dónde quedó ayer Europa? ¿Y las autonomías?
Volver a la España una es muy peligroso. En esa vía los conflictos territoriales
actuales son simple aperitivo de los que puedan llegar.
¿Las mayores condenas a esas nuevas formas familiares de
dónde vinieron? De aquellos frentes impopulares que unían al PP con la jerarquía
de la iglesia católica. Ese apoyo falló ayer. Situarse tan a favor de la familia
tradicional y, a la vez, en millares de casos, desde Italia a Chile y desde
Irlanda a Australia, pasando por Boston y Los Ángeles y por Barcelona y Bilbao
y por Ontaneda, y… abusar despiadadamente de niños y jóvenes en una más
satánica que divina pederastia, con tantos casos abiertos, más el
posicionamiento de buena parte de la iglesia en Catalunya, seguramente
desaconsejaron acompañar esta vez el cortejo de la plaza de Colón.
Abascal, Casado y Rivera, -puro
orden alfabético, las diferencias que las expliquen ellos- deben ensayar el sin ti no soy nada y pactar con la
Conferencia Episcopal la fecha del próximo recital. Ya les han sugerido que lo
suyo puede quedar más propio en la plaza de Oriente aunque esté más lejos de la
calle Génova.
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