Hoy cumples 23 meses. Sé que es una cifra poco celebrada. Te
falta solo un mes para cumplir los dos años que dices ya que tienes, pero antes
llegará Diego, tu hermano pequeño.
Eso es suficiente, más que suficiente, para un abuelo que babea cuando en mitad
del Muelle te paras, solicitas los brazos de tu Abu y parece que eres víctima
de un ataque de amor, aunque solo sea un ataque de pereza o de cansancio.
Y sin embargo tu Abu, Olivia,
no tiene bastante con eso. Está preocupado,
espero que algún día lo entiendas, con muchas de las cosas que nos
rodean y entre todas ellas estoy muy
preocupado con todo lo que se relaciona con los procesos migratorios. Algo ha
pasado en los últimos años para que un
problema muy serio, que afecta a solo un 1% de la población mundial, aparentemente
no tenga solución.
En lo que se refiere a nuestro continente la ceguera
absoluta parece guiar las políticas migratorias. De la Unión y de todos y cada uno de los
estados miembros. Se entiende mal que el miedo al mestizaje étnico, cultural,
especialmente religioso, no se neutralice con la evidencia de que el
comportamiento demográfico de la sociedad europea lleva, a muy corto plazo, a
una sociedad anciana y pobre.
En 1981 la revolución del África negra fue el tema que elegí desarrollar en la primera
parte de mi oposición para profesor agregado de bachillerato. Se llamaba así
entonces. El tema me lo había preparado con fuentes primarias y tuve suerte de
que fuera una de las opciones que el azar me propuso. Sé que si busco en este
blog que tiene ya más de 400 entradas, hay alguna referencia a ese ejercicio.
Entre otras cosas porque aquel año Robert
Mugabe tenía un significado muy distinto al que ha tenido últimamente. La
declaración unilateral de independencia de Rodesia del Sur nos acerca a
problemas actuales de una manera
insospechada… Llevo muchos años pendiente de África y de la ceguera de Europa
en relación con ese continente vecino.
El pasado sábado, en el programa radiofónico más escuchado
del fin de semana, cuatro voces autorizadas, dos periodistas, un misionero, y
un cooperante, me atrevería a decir que ninguna de esas voces profesa ni ha
profesado ningún radicalismo ideológico, compartían una visión que pone en
primera plana la necesidad de que Europa abandone la fallida política
migratoria llevada a cabo en los últimos lustros. Reconocer el error y
enmendarlo. Así de sencillo. Y de difícil.
Y el primer dato. Más del 10% de las personas que han
llegado a Europa en lo que va de año no tiene su origen en África. La guerra en
Siria es la causa. Esa guerra que con la inestimable pasividad de occidente está
a punto de ganar el tirano y su padrino ruso. Estamos jugando con fuego real. Ya
se ha producido un episodio muy violento en
la valla de Ceuta. La desesperación puede hacer entender, pero no
justificar, el uso de la violencia para una
entrada irregular en un territorio extranjero. Cualquier estado va a
rechazar esas formas que operan a corto plazo contra los intereses de quienes
pueden parecer beneficiados ese día.
La manifiesta incapacidad, intelectual en primer lugar, de
la mayoría de nuestros políticos, en el conjunto del continente, va a hacer que
veamos lo que hasta hace poco nos podía parecer aberrante e imposible. Italia…
nuestros jóvenes dirigentes de la derecha. Y sí, hace falta algo parecido a un
plan Marshall para el continente negro, pero la falta de credibilidad de quien se cepilló
absolutamente las ayudas a la cooperación, hace necesario que esa propuesta
venga de otro campo.
No hay ya muchas más opciones. Una Europa mestiza. Una
Europa anciana y pobre o una Europa más o menos mestiza y más o menos anciana
que se compromete seriamente con lo que en Estados Unidos llamarían nuestro
patio trasero. Y no por buenismo como algún faltU anda diciendo por ahí. Por
puro egoísmo y pragmatismo.
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