lunes, 13 de agosto de 2018

Esperando a Diego


Mis alarmas personales se encuentran conectadas a la llegada de mi segundo nieto, pero Diego viene sin prisa y mientras tanto, me sumerjo cada día en el Cantábrico y un poco en la actualidad. En estos días de agosto se cumple el centenario de la batalla de Amiens. Con ella la carnicería de la I Guerra Mundial empezó a ver su final y se rompió la característica más notable de lo que había sido la guerra en el frente occidental a lo largo de cuatro años: La guerra de trincheras. La  movilidad fue ya una constante hasta la rendición alemana del día de San Martín.

La política española empieza a abandonar la   guerra de posiciones que se había mantenido a lo largo de la segunda, y recortada, legislatura de Rajoy. Ahora los movimientos son vertiginosos. Pasados de vueltas. No sé si llevan faldas, pero van a lo loco. La rivalidad de dos pilotos kamikazes, Casado y Rivera, puede hacer que nos estrellemos todos.

El primero se coloca en una posición muy difícil cuando sectores de su partido, muy vinculados a algunas asociaciones de víctimas del terrorismo, se han negado a convalidar la política de todo vale. Voces muy autorizadas de ese mundo de las víctimas han dicho alto y claro que por ahí no. Personajes bastante ridículos no temen hacerlo. Lo traen de serie. Condenar el acercamiento de un preso a su residencia familiar cuando este ha conseguido administrativamente ese derecho en el periodo del gobierno anterior… (des)califica a los críticos en un sin palabras.

El partido de Rivera, que había empezado a jugar en política en el conjunto de España bajo el paraguas de un reformismo progresista y que, quiero entender, desde ahí había conseguido algún fichaje serio de cara a las próximas confrontaciones electorales, no ha dudado en usar el peor barro, el de la xenofobia y el racismo, para tratar de desgastar al gobierno y a gobiernos locales y regionales que no son de su gusto.

Sin alcanzar los cien días, el nuevo gobierno tiene ataques que, de puro disparatados, hacen que se sienta alguna simpatía por él. Los incendios en las redes revelan lo inflamable que está todo. Al fin y al cabo es verano. También lo era cuando los Juegos de Pekín y aquí nos peleábamos por saber si ya era oficial la crisis o había que esperar algún trimestre más. Han pasado diez años. Nos han pasado por encima a casi todos. También la batalla del Ebro estaba en lo más álgido en estos días ardientes de hace ochenta años. Ochenta… y quedan restos humeantes de aquella batalla y del conjunto de la guerra y ahora, en esta parte del mundo, parece que nunca  antes hemos tenido tanta paz…

Debe hacer más de cincuenta años que empezaron las campañas de prevención de los incendios forestales. La motorización, los domingueros, ayudaban a que cada vez fuera mayor la superficie quemada. La modernización también acarreaba el abandono de la explotación tradicional del bosque que era la mejor aliada contra los incendios. Y la especulación, claro! Aquel “cuando un monte se quema, algo tuyo se quema” incluso con el añadido fastuoso del Perich,algo suyo se quema, señor conde” tenía un personaje de comic de protagonista y parece que se llamaba Fidel.

El Ministerio de Agricultura ha rescatado al personaje y la guerra de movimientos se ha desatado con mayor vigor que en la Picardía de hace 100 años. Dos personajes como Girauta, del alto mando de Ciudadanos, y uno de los periodistas más extremistas de la Brunete mediática, Hermann Tertsch, han chapoteado en el ridículo al confundir al guardabosques de ficción con el difunto mandatario cubano dando por sentado que el gobierno es procastrista. Esa es la radiografía del aquí y ahora. Que la virgen de agosto los confunda y los castigue con un efecto boomerang que no puedan saltar ni los pasiegos en Selaya pasado mañana. La semana nos dirigirá también la mirada a Barcelona en el primer aniversario de casi todo lo que llegó después.

Diego, te esperamos. Cuidarte nos permitirá fijarnos en lo importante.

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