Con el debate sobre el estado de la región a la vista, todos
nuestros partidos excepto el PRC, se mueven entre la marejada y la mar muy
gruesa, quizá arbolada. Mientras Ciudadanos dirime con bastante silencio un
proceso judicial y lo del PP ya no parece que tenga arreglo, (ha intervenido Cospedal) el PSC se ha embarcado en unas
primarias que no van a ser tranquilas del todo y que pueden llevar, según el
resultado, a un reajuste del gobierno… Y en esas viene Podemos, que jugaba un
papel de partido serio y que estaba haciendo oposición seria… dicen que no pasa nada pero un tercio de su dirección ha dimitido.
En la consulta efectuada entre sus inscritos con el nombre
del titular -como nunca he pisado una facultad de ciencias de la información me permito interrogantes- que fuera del mundo futbolero racinguista no me resulta fácil explicar,
se han emitido 269 votos. Me parecen muy pocos. El reconocimiento del montañés como lengua oficial de la
región ha sido apoyado por 39, lo cual lo deja por detrás del coche escoba.
¿Necesitaba Podemos dar ese título a su propuesta de futuro para Cantabria? Debo
hacerles saber que una parte del círculo del rellano de mi escalera está confusa.
En el programa más escuchado de la radio del fin de semana
se oye, entre otros testimonios de torturados, aquí, no en Sudamérica ni en
África, aquí, a Lidia Falcón, explicar
que después de su detención de 1974 fue invitada a Suecia y que a una pregunta
directa contestó que a ella no la habían torturado. Si que lo habían hecho, pero
en comparación con lo que les sucedió a otros y otras, ella pensó que lo suyo
no era para tanto. El torturador sigue por ahí, parece que con un buen vivir
difícil de explicar con el sueldo de funcionario policial, ahora, supongo,
pensionista.
Casi todos los que vivimos el final de la dictadura y la
transición con alguna actividad opositora estamos en un laberinto similar al de
la líder feminista. No se trata de enfadarnos con quienes,
simplemente por edad, se sitúan ante aquellos hechos con asepsia de cirujano.
No es fácil enjuiciar, con ánimo histórico, hechos en los que se ha participado.
Como es otro error en esa ciencia enjuiciar hechos del pasado a la luz de
nuestros valores y creencias actuales. Si en Barcelona retiran del callejero al
marqués de Comillas no debería quedar ninguno que haya vivido antes de la
revolución francesa, incluyendo a los reyes de la Corona de Aragón. Antes del sufragio universal, antes de la abolición de la pena de muerte...
Ya hace cincuenta años de mi primera llegada a Barcelona. Como
este año, un caluroso mes de junio. Una de mis hermanas se había casado unos
meses antes y vivía allí. Una coartada fantástica para viajar solo por primera
vez. Expresos nocturnos de Renfe que ya casi no quedan. Y de Barcelona a Madrid
y de allí a Málaga, con excursión a Melilla… Recuerdo una conversación en uno
de aquellos trayectos. Con un australiano algo mayor que yo y en francés. Yo no
tenía idea de inglés ni él de castellano. Tema: la reciente guerra de los seis
días.
Creo que yo era más antiárabe que él. No me avergüenza
confesarlo. Adolescente, sin terminar el bachiller, con la instrucción política
de una dictadura -mi primer profesor de F.E.N todavía pasea por las calles de esta ciudad- La guardia mora, los relatos a media voz de las tropelías
cometidas por los moros de Franco en
la guerra, un antinazismo que aproximaba a los judíos… el posicionamiento
antiisraelí de nuestra dictadura… el mito de David desguazando en seis días a lo que podía parecer Goliat… Han pasado cincuenta años... Del
inicio de la transición solo cuarenta
y seguimos… ¡arronti justicia argentina!