Seguimos así, con la sensación de que las semanas amanecen
muy soleadas. Después ya se van nublando y a veces llueve. Preferentemente en
sábado. Mi fortuna es que mis lunes al sol no son los de un desempleado. Son
los de alguien que cotizó durante 42 años a un sistema que aseguraba una
protección llegado este momento. Un sistema que no cuesta mucho imaginar que no
va a durar. Es un enorme problema y no solo español. El creador y mayor garante
de ese sistema, la socialdemocracia, se ha arrepentido de su propia historia y
coquetea con el mismo diablo.
Pero el sol de este lunes y su agradable temperatura, no
consiguen templar mi ánimo. El rechazo al plan de paz en Colombia me parece una
noticia muy mala entre las noticias malas que a diario se acumulan por salir a
la primera plana. Seguro que el acuerdo era mejorable pero también es seguro
que era mucho mejor que ningún acuerdo. Los colombianos que han votado no a ese
plan de paz, la mayoría de ellos, no creo que quieran que siga un conflicto que
dura medio siglo.
Hay explicaciones para todos los gustos. La alta abstención,
el mal tiempo con huracán por la costa caribe incluido… No he parado en todo el
día de preguntarme que habrá votado Chiqui Buitrago. Y estoy bastante seguro que habrá ido
a votar, y dada su historia personal no puede votar otra cosa que a favor del
acuerdo. Claro que si el huracán azotaba Barranquilla en las horas de votación…
¿Que quién es Chiqui Buitrago?
Es un colombiano bastante
normal y bastante protagonista de una de las entradas mas visitadas de este
blog. Tuve la fortuna de conocerle hace ya casi seis años y en minutos me
facilitó el tránsito de esa frontera difusa y a veces penosa entre el turista y
el viajero. Además me contó su historia personal por encima del ruido del motor
de su motocicleta. No ha podido hacer otra cosa ayer. Seguro que ha votado a
favor de la paz
La de Colombia puede ser la peor noticia de la semana pero
no es la única mala. En Alepo siguen los bombardeos contra la población civil y
contra objetivos protegidos como algunos hospitales. Son crímenes de guerra
descritos en las convenciones internacionales y no parece que le importe mucho
a casi nadie de los que pueden parar la sangría.
El PSOE, la semana pasada, lunes incluido, también ha dado
noticias no muy buenas. Son hechos que no me resultan lejanos. En una vida
anterior a la anterior, yo mismo pasé por una de esas guerras internas en un
partido que también quería servir a los más desfavorecidos. Escuché decir al
secretario general de aquel partido, en mi propia cara, que había que tener
consideración con los sectores atrasados, o retrasados, del partido.
Apostar por una democratización profunda de aquel
instrumento se consideró elitista. El
PSOE también presta mucha atención a sus sectores atrasados, o retrasados.
Salvo escasas excepciones ya solo resulta mayoritario en el ámbito rural de la
mitad sur peninsular. La irrelevancia está en la próxima esquina.
En el otro partido, irrelevante hace mucho y del que me
sentí expulsado hace 35 años, a los demócratas se nos tildaba de
socialdemócratas a modo de insulto… ¿Cuánto sufrimiento de quienes menos tienen
habrá que acumular hasta que se pueda reformular una opción política que se
imponga, por representar a inmensas mayorías, a la lógica de los mercados y del
capitalismo más depredador?
Si Rajoy
vuelve a gobernar dejando atrás la etiqueta “en funciones”, quienes desde el
PSOE lo hayan facilitado deberían abandonar su kabuki actual por un harakiri.
Total, ambas son nobles tradiciones japonesas y las recompensas económicas en
forma de consejo de administración, se van a terminar. No queda casi nadie a
quien esquilmar.
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