Hoy, a primera hora de la mañana, se supone que solo se
podría escribir del próximo gobierno de España, que se parecerá mucho al
actual, en funciones, por obra y gracia de los sectores que ejercen el poder
fáctico, incluso en el interior del partido socialista. Y me voy por otra
esquina, aunque no desespero. Quizá nos encontremos antes del final de estas seiscientas
palabras.
He escuchado en la radio la semana pasada que en un barrio
periférico de esta ciudad se puede ver una pintada que equipara urbanismo con
terrorismo. Con alguna preparación teórica sobre el asunto, incluso alguna
aplicación práctica de la que prefiero no acordarme, con años de explicación en
clase de las bondades de la planificación urbanística… esa pintada me resulta
escandalosa y sin embargo, ha habido al menos un ciudadano que lo ve así. Se ha
armado de un spray y lo ha publicado, probablemente con nocturnidad.
¿Qué ha ocurrido en Santander para que alguien lo haya visto
de esa manera? En primer lugar, en la capital de Cantabria, no ha habido
alternancia política en el gobierno municipal. Gobiernan los mismos desde… -esa
expresión coloquial aquí es totalmente cierta- que entraron los nacionales. La democracia se resiente en un caso
así. Quienes gobiernan, respaldados por el voto mayoritario, durante lustros,
acaban creyendo que el municipio es casa propia.
La planificación urbanística moderna, tan ligada al
humanismo, a la utopía, la que ha hecho que metrópolis gigantes no hayan
colapsado dos siglos más tarde, se puede prostituir, al servicio de unos pocos
muy poderosos, hasta hacer que todo sea exactamente al revés. Y la noticia de
la mañana es que el Tribunal Supremo, por unanimidad, ha declarado ilegal el
PGOU de Santander.
Esta es una ciudad muy peculiar. En ella lo que alguna
sociología urbana califica de barrios
bajos, ocupa cotas muy altas, con vistas envidiables sobre una de las
bahías más bellas de … ( el planeta, la galaxia…) bueno, una bahía muy bonita
que no hemos conseguido cargarnos de
todo pese a haberlo intentado en los últimos doscientos cincuenta años. El
abuso de los poderosos ha llevado a poner en peligro la vida de muchas familias
humildes que han acabado por hacerse escuchar. El PGOU de Santander,
resumiendo, se ha dedicado a imponer la gentrificación sin vaselina.
La inteligencia política del alcalde de la capital, fuera de
duda aunque en su propio partido no se la reconozcan, ha llevado en las últimas
semanas a poner en manos del Parlamento regional alguna de las agresiones más
violentas que el PGOU aplicaba a los sectores más desvalidos de la población.
Ha habido señales, de nuevo, como constructores presionando a políticos, muy parecidas a las de esa región del sur de Italia que suena casi como la nuestra. El
partido socialista, único que votó en contra en el momento de la aprobación del
plan, amanece hoy tocado ¿Hundido? El portavoz, miembro del comité federal, ha
comprobado ayer que sus posturas son minoritarias en su partido.
Un antiguo militante socialista, valiente hasta hacerlo
aparecer en un libro, ya denunció los reproches que desde la dirección regional
del socialismo había recibido el grupo municipal por votar en contra del PGOU.
Les había hecho perder unos miles de euros.
Lo que viene en las próximas semanas, cuando Mariano Rajoy vuelva a ser presidente
del gobierno, por encima de toda la basura que se va ventilando en los
tribunales y que afecta al PP, será el final del bipartidismo. Queda por ver
que ocurrirá con el biladrillismo, la
unidad de intereses de las dos principales fuerzas políticas del sistema del
78.