lunes, 6 de julio de 2015

Chupinazo/ Φιέστα





Hoy es ese día en que Pamplona, Hemingway y alguna cosa más resultan noticia mundial. La competencia siempre es enorme. Algún año hasta el alcalde de Santander ha pretendido hacer sombra a la capital navarra con la semana grande local. Quien se haya enterado puede que todavía esté riendo. Mi traductor no llega,  deja en fiesta el titular. Habrá quien puede precisar más, aunque tampoco está nada lejos de lo que ha ocurrido en las últimas horas en Grecia. Grecia ha sido una fiesta. Ahora, ahora mismo, viene el aterrizaje. Como en toda resaca.

En enero hubo varias entradas de este blog que hablaron de Grecia. Las dos últimas también y ésta. Naturalmente. Por alguna parte del mismo debe quedar explícito que quienes nos comprometimos en momentos pasados con una idea de Europa, no vamos a renunciar a la misma, aunque a diario nos demuestren que quienes mandan no están por la labor.

El gobierno griego ha dado la palabra a sus ciudadanos. Ya se que hay mucho más, por delante y por atrás y en los costados. Pero eso, si queremos seguir siendo ciudadanos, es enormemente importante. Los griegos, y nosotros, y algunos otros europeos, hemos sido súbditos demasiado tiempo, incluso cuando históricamente ya no tocaba. Dejar la construcción de la Unión en la etapa económica y monetaria, renunciando de hecho a la culminación política, ya ha demostrado que tiene riesgos poco asumibles para los más débiles. Tengo muy pocas dudas, ninguna de hecho, de lo que hubiera votado ayer de haber sido ciudadano griego. Ese sencillo ejercicio, el de ponerse en la piel del otro, es el que no hacemos casi nunca. Por el contrario, los meses que le queden como jefe de gobierno nos acompañará el sentimiento de vergüenza ajena por las manifestaciones de Mariano Rajoy, desmentidas hoy mismo por su ministro de Economía.

Un tipo más bien apagado, Mariano, que para una vez que se tira a la piscina descubre que no tenía agua suficiente. Esa injerencia en asuntos de un país amigo y aliado, debería disparar alguna alarma, si no hubiera habido ya bastantes, sobre la anomalía que supone que un tipo así agote la legislatura al frente del gobierno de España. También su ministra, de paseo hoy por aquí, encargada del sector primario ha demostrado lo primaria que resulta su filosofía política. Urnas peligrosas… si, las carga el diablo. Ya se sabe. Y en cualquier momento te devuelven, puerta giratoria mediante, al mundo anterior, a ese que habrás tratado con guante de seda durante tu etapa en el gobierno. Eso si que tiene peligro.

Anécdota local para terminar. Pese a haber visitado numerosas veces el parlamento regional, incluso algún despacho del mismo, nunca había estado en el hemiciclo en un pleno. Ya no puedo decirlo. El viernes 3 asistí como invitado al debate final y votación del nuevo presidente. Revilla tuvo más misericordia con Diego que con el portavoz de C,s. al que sacudió abiertamente. Entre las nuevas formaciones que han alcanzado representación en el Parlamento y en algunos ayuntamientos, la que preside Albert Rivera no se está distinguiendo por una coherencia que pueda pasar alguna prueba medianamente objetiva. La entrega incondicional al PP en el Ayuntamiento de Santander, y el voto negativo a Revilla escora el partido peligrosamente de cara a las próximas citas electorales. 

El PRC tiene por delante las condiciones más favorables para afianzarse como un partido de masas a escala regional. Debe solucionar la transición al postrevillismo pero no se me ocurre que haya mejor manera de hacerlo que ocupando la presidencia del gobierno. La presidenta de la cámara debe saber de lo que hablo. Gorostiaga estuvo un tanto exagerada al reconvenir a los invitados tras la votación. Es cierto que los aplausos a Revilla no se pueden comparar con los recibidos por otros portavoces. Pero igual de cierto es que no hubo abucheos ni nada parecido. Los silencios prácticamente absolutos que cayeron tras las intervenciones del PP y C’s resultaron muy gráficos. Si los invitados no pueden aplaudir, a la vez que los diputados, sin interrumpir para nada el pleno, deberían advertirlo a la entrada.

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