lunes, 21 de julio de 2014

Mrs. Vorstein


El titular es engañoso. Su apellido real es otro. Tampoco se llama Sara, pero Sara Vorstein me sirve para contar a la pequeña parte del mundo que va a leer esta entrada en mi blog, que el pasado sábado me he liado. Me he dejado enredar, he contestado con alguna rabia. Un poco como en viejos tiempos. Ana, amiga, corresponsal en Jerusalén de un diario de Barcelona, además de hacer su trabajo con profesionalidad sublime y riesgos ciertos en zonas de conflicto, comparte reflexiones a corazón abierto con sus amigos en una red social.

Como todo el mundo sabe en Gaza se está perpetrando uno de los más sangrientos atentados contra la humanidad de los últimos tiempos a cargo de las fuerzas armadas de Israel. Decir esto, para una parte de la humanidad, ya supone que se asume a gusto el radicalismo del contrario. Si unos niños que juegan en la playa el día del Carmen son asesinados por la marina de Israel o lo sumas acríticamente a daños colaterales o tienes algo sucio en tu pasado que te vincula con la persecución al pueblo judío. Y no me da la gana. En la versión más próxima a no me sale de… y todo en inglés, eso si. Sara Vorstein parece que entiende castellano para lanzarse a puntualizar lo que mi amiga Ana y sus amigos comentamos en Facebook , pero lo hace en inglés.

Y yo, perdiendo mis últimas influencias budistas, le digo que hay dos tipos de asesinos, los que disparan a inocentes críos que juegan en la playa y otros que siempre encuentran alguna explicación para ese asesinato. Y ella encaja el golpe y ni siquiera se ofende demasiado para situarse en el segundo tipo de asesinos que yo he descrito. Y busca datos y estadísticas siempre subrayando la maldad intrínseca de Hamás y el derecho de autodefensa que tiene el estado de Israel. No hay salida. Me dice Sara que si no he estado nunca en Gaza no voy a entender completamente el asunto.

Afortunadamente no estuve nunca en Buchenwald ni en Mathausen. Pero duele mucho a ciertos francotiradores del sionismo que se les recuerde que ahora Israel no es David. Los judíos fueron David contra el nazismo. Hace mucho que son Goliath. Y eso. Que me quedé mal. Y que  después de mi discusión han seguido muriendo niños palestinos y familias completas, mientras Merkel que espero que nunca sea medalla de oro de nada y Obama, precoz premio Nobel de la paz, aplauden el derecho de autodefensa de Israel y no veo por qué esquina del planeta podrá amanecer para ese pueblo desdichado, el palestino, algún derecho parecido.

Y nosotros tenemos la suerte de disfrutar del verano y las fiestas. Incluso el alcalde capitalino disfruta, aunque todo sea ya muy cuesta arriba. El chupinazo de inicio de la Semana Grande ha tenido el rincón de la protesta en primer plano, previo escrache (?) matinal en las casetas del Muelle de Calderón. Con un poco de suerte Ïñigo de la Serna dejará la alcaldía tras ocho años de mayoría absoluta y con un callejero casi tan azul como lo encontró. Esta ciudad, en la que en pocas semanas se disputa un campeonato del mundo de vela, todavía tiene una calle dedicada a la Falange Española y varias más a militares golpistas que en Nuremberg hubieran sido juzgados por crímenes de guerra.

También he tenido recuerdos esta semana para ese niño de Ucrania, que ya no es tan niño, que goza ahora mismo de la tranquilidad de la vida en una playa en la España veraniega pero que tiene que volver a su país para empezar el curso siguiente y que ya sabe lo peligroso que es volar a su país. Si se puede derribar un avión civil con mayoría de pasajeros de países poderosos con casi total impunidad, qué pueden esperar los niños de Gaza? El planeta, o buena parte de sus planetarios, están realmente mal. Y el etarra arrepentido del que escribí la semana pasada, castigado. La reconciliación, las reconciliaciones, tienen todavía muy largo camino.

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