Puede que como titular no tenga mucho tirón pero escribo
desde una región que ha tenido este día como festivo. Cambió el gobierno y se
cambió la fiesta. Normal por la parte trasera. Es como si en los EE.UU. con
todo el respeto a las distancias, un cambio de presidente supusiera que el 4
de julio dejaba de ser fiesta o se recuperaba. En tono de broma se ha dicho de
los manicomios, que ya hay que afilar la broma, que ni están todos los que son,
ni son todos los que están. Cantabria, con algo menos de 600.000 habitantes, en
el #territoriofiesta puede dar
mucho.
Aunque nuestro estatuto es de los más antiguos, como no hubo
ocasión anterior a la constitución de 1978, perdimos el tren de autonomía
histórica. Y lo mismo que ese texto deja algunas cosas en exceso claras, la
capitalidad en el municipio de Santander, o la bandera, sobre la fiesta no se
pronunció con ese rigor. Francamente no recuerdo, ni pienso buscarlo ahora
mismo, si el estatuto catalán fija el 11 de septiembre como fiesta de aquella
comunidad. Y yo era ciudadano catalán cuando se votó el estatuto. Yo voté aquel
estatuto y padecí la ola que vino a continuación.
24 años de gobiernos nacionalistas, hasta 2003, dirigidos
por un tipo que en algún momento ha podido resultar medio simpático, que llevó
más tiempo que nadie en la Historia el título de Molt Honorable President
y ahora se oficializa lo que muchos, que no eran tan mal pensados, decían hace
años. Hay/había pasta de la familia Pujol
fuera de España. En la primera legislatura autonómica, 1980-1984, la oposición
de izquierdas lo debió de hacer tan mal, el PSUC se autodinamitó en aquel
periodo y el PSC no supo transformar sus éxitos en las elecciones generales
cuando se acudía al parlament(o) de casa, que Jordi Pujol salió
reforzado pese a todo el escándalo montado sobre su papel en Banca Catalana.
Aunque ahora lo pueda parecer, no todo empezó con Blesa y Rato.
Pero el 28 de julio en la Historia más mayúscula es el
aniversario del ataque que el ejército austriaco lanzó sobre Belgrado en una
operación de castigo por el asesinato del Archiduque heredero del Imperio, que en pocos días se convirtió en lo que resultaría una carnicería de alcance
mundial durante más de cuatro años. Hasta noviembre de 1918. La Primera Guerra
Mundial tiene esta fecha de inicio. Puede ser una buena razón para buscarnos
otra fiesta regional. Para mí la del segundo domingo de agosto, en Cabezón de
la Sal, tiene mérito suficiente. Civilizar la fiesta religiosa del 15 de
septiembre parece menos sencillo. Tanta fiesta para tan poca comunidad -en el sentido numérico- puede
prestarse a equívocos.
Y después está Gaza. Y Cisjordania. Y todas las posibles
fechas que pueden recordar carnicerías en la zona. Desde 1947. Con momentos muy
álgidos en 1948, 1956, 1967, 1973… Vamos camino de otra guerra de cien años
como la del siglo XIV. Solo algunos ancianos de ese territorio han conocido
alguna situación parecida a la paz. Con menos de 70 años de edad no se recuerda
otra cosa que el conflicto, la sangre y el sufrimiento. ¿No es suficiente
todavía? Qué más tenemos que ver hasta que alguien con poder decida que también
puede existir entre el Jordán y el Mediterráneo el derecho de injerencia
humanitaria? Y después la paz. Duradera. Una paz que tiene que ser mucho más
que la ausencia de guerra. Al menos Obama
ya ha descolgado el teléfono. Le veo lento. Tres semanas y más de mil muertos
palestinos después, Obama ha llamado a Tel Aviv. No es un asunto como la guerra de Gila, pero no tengo idea exacta de quién ha cogido el teléfono, ni si ha dado bien el recado, ni cuál era el recado.
He visto muchas protestas sobre el tratamiento de ese
conflicto en los medios de comunicación de casi todo occidente. La semana
pasada les hablé de una amiga que trabaja en la zona. No es la única. Una
visita a este blog no les pesará aunque la actualización en las últimas semanas
no está siendo nada fácil.
Sería injusto no certificar que en la semana que ha
terminado ayer, el PSOE ha hecho un esfuerzo de actualización. Con años de
retraso, posiblemente insuficiente, pero ahí está.