Alguna vez se puede uno permitir empezar con una buena
noticia. Desapercibida hasta ahora, creo, para los medios de comunicación
locales. Mi amigo Borja Rodríguez ha
obtenido el premio de narrativa 2014 de la Universidad Complutense con su obra La
única carta.
El último premio Cervantes, Elena
Poniatowska, entregó los galardones en un acto académico el pasado viernes.
Mi enhorabuena a un tipo de los que quedan pocos. Hace ya cinco años que
publicó otra novela, El traidor de la Corte (Rocaeditorial) Capacidad de
trabajo bastante fuera de lo común. No voy a seguir. Ya he dicho que es mi
amigo, pero juzguen ustedes/juzgad vosotros. Borja dirige un Instituto de
Secundaria, dónde imparte clases de Lengua y Literatura Castellana. Además
imparte docencia en la Universidad de Cantabria. Tiene su vida propia, que
incluye alguna caña de vez en cuando con sus amigos y en los ratos libres,
escribe. Desgraciadamente, hay pocos ejemplares como él.
Menos mal. Gracias a Borja esta entrega semanal no ha empezado
con nota necrológica. Demasiado abundantes en las últimas semanas. Pero ni el
maltratado por la ley americana, Hurricane
Carter, ni Tito Vilanova, son
merecedores de olvido. Son desapariciones, ya lo he comentado anteriormente, de
esas que sin haberlos conocido personalmente en vida, se sienten como algo muy
cercano.
Después de una semana llena de acontecimientos y
aniversarios, el fin de semana ha ofrecido muestras de la dualidad que se ha
implantado en la sociedad. Una parte de la ciudad, y de la región se había
centrado en un acontecimiento realmente novedoso, la llegada a la final de la
copa del Rey de rugby de un equipo cántabro. Al margen, unos miles de
ciudadanos, y el ex presidente Revilla,
reivindicaban en Laredo la permanencia del hospital comarcal con todos los
servicios, como en la actualidad. Y a la vez ha habido una especie de revoloteo
fantasmal de representantes del estamento político antiguo. Los que todavía
gobiernan o aspiran a hacerlo.
Cierto es que estamos en precampaña electoral. Menos de un
mes para las europeas del 25 de mayo. Pero la aparición del presidente del
gobierno, Rajoy, en nuestra capital,
con un talón virtual de 28 millones de euros para el desfase presupuestario del
hospital Valdecilla, ni se ha explicado medianamente bien ni, lógicamente, se
ha entendido. Rajoy y Aquiles no se parecen en nada. Menos mal. Después de otorgar el final de las obras a una empresa privada, a
cambio de un canon anual fastuoso y una entrega a sus intereses privados por 20
años, la llegada de dinero de los presupuestos generales del estado solo se
puede entender como un regalo añadido a esa empresa. Lo siento. Me gustaría
equivocarme. Pero el descaro con el que últimamente se emplean los dirigentes
políticos con el dinero de todos, no me deja margen.
En la campaña también se ha estrenado el todavía ministro Cañete. El discurso no podía ser más
anticuado. La herencia y tal. Al aspirante popular le acompañaba el número dos.
Pons se llevó un huevazo. En
Valencia se celebra mucho la Pascua. El socialista catalán, Navarro, se ha llevado algo más duro
que un huevo, y es que no está el horno para… Otra vez habrá que aburrir con el
tema de la violencia y su condena. Pero en algún momento se establecerá que hay
violencias de muy distinto signo y que como en la ley del embudo, no se
aprecian todas por igual. No es posible por otra parte.
Los socialistas cántabros también han tenido acto de fin de
semana. Habiendo renunciado previamente a movilizar ciudadanos con unas
primarias abiertas, la proclamación de la candidata para las autonómicas del
año próximo, Diaz Tezanos, aun
contando con la presencia del número tres del partido, Oscar López, no ha dejado de ser un acto de poco eco. También he escuchado en la radio al candidato López de Uralde, número uno de la única
coalición de izquierda que ha tratado de integrar a más de una fuerza de las
que se reclaman de ese espacio electoral. Pues eso. En campaña. Otra campaña.
Con pocas perspectivas de que sea una campaña novedosa.
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