Del
mismo título es una película de Almodóvar que no figura entre mis preferidas.
Cada vez más ciudadanos españoles piensan que el actual ministro del ramo puede
cambiar en cualquier momento el nombre a su ministerio. De lo que ya ha dado
pruebas reiteradas es que pese a haber asistido, eso dice su curriculum, a uno
de los colegios en el que se educaron las élites de su generación, que es la
mía, no se le pegó mucho. Da pruebas diarias de mala educación.
Eso
no es lo peor. En una línea intermedia entre pijo de toda la vida – ¿por parte
del apellido paterno? y neopijo, (ver entrada anterior) está mostrando un rencor fuera de lo habitual
hacia la escuela pública, la que sigue educando a la mayoría de la población,
la que con condiciones mucho menos favorables, sin hacer ninguna selección
previa, atendiendo a los alumnos con mayores dificultades de todo tipo, no ha
conseguido en ningún estudio figurar con peores registros que la otra, la
concertada mayoritariamente religiosa o la privada, por otro lado casi
inexistente.
No
es fácil consolidar cambios educativos que puedan mejorar los deplorables
índices de nuestro sistema educativo, del conjunto. No hay ningún dato, y es
necesario insistir, que demuestre que en los colegios que intentan “salvarse de
la quema” –privados o concertados- obtienen mejores resultados que en los
públicos. Muy recientemente hemos obtenido otra medalla de oro negativa en
abandono escolar.
En
los años 50, hasta mitad de los 60 al menos, muchas familias modestas, que
desconfiaban de la escuela pública franquista, haciendo auténticos malabares
financieros, enviaron a sus hijos a la escuela privada. El ministro Wert, si no
es relevado de inmediato, por mal educado y provocador, puede conseguir lo
mismo en poco tiempo, que la mayoría de familias, en el siglo XXI, entreguen
sus hijos a la escuela concertada, mayoritariamente católica, por desconfiar de
una pública que está arrasando a diario
desde hace meses.
El
ministro, con muy poco sentido del ridículo, ha lanzado uno de los instrumentos
asociativos más fuertes de una sociedad muy poco articulada, las asociaciones
de padres y madres de alumnos de la escuela pública, a la izquierda radical y
seguramente extraparlamentaria. Y ha venido en su socorro un portavoz
parlamentario del gobierno que también está haciendo méritos para convertirse
en ministro kamikaze o ministro cóctel molotov. El antiguo alcalde de Vitoria,
que parece que fue alumno de la pública, ha ido si cabe un paso más allá al
asociar las AMPAS a Batasuna.
No
están locos, saben lo que quieren. Son mal educados y quieren mala educación
para la mayoría. Rebañan pasta para sus colegios protegidos y dejan a los de la
mayoría en la penuria… Son realmente muy radicales, extremistas. Muy
peligrosos. Hay que tomárselos en serio. Lo mejor es estar en estos días con
los padres de la pública. Al menos, en tiempos tan confusos, saben lo que no
quieren.
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