Pese a que el verano sigue
apretando en la parte de las temperaturas máximas, hay síntomas de cambio. El agua
de nuestro mar que no es el Mare Nostrum, todavía muy practicable, ha perdido
algún grado de los que seguramente no eran habituales, pero que este verano
había conseguido. No le he escuchado a nadie, todavía, decir que el Cantábrico
se ha calentado este año por encima de sus posibilidades. Pero como ya cabe
casi todo, cualquier día nos lo soltarán.
La
fiesta debió ser enorme, yo no asistí, no acostumbro a ir a las fiestas a las
que no me invitan. Tampoco me habían pasado nunca la gorra para ayudar en los
gastos de esas fiestas a las que no asistía. Ahora ha cambiado todo. Se lleva
pagar a escote. La última línea de defensa se ha instalado en las pensiones.
Pueden empezar ya las apuestas. Son demasiadas declaraciones sobre lo
supuestamente intocables que resultan.
No
nos engañemos. El día que recorten las pensiones más altas puede haber incluso
aplausos. Nadie se acordará de los años de cotización o del importe de lo
cotizado por quienes ahora las disfrutan. Con unas gotas de populismo y un
toque de la caradura habitual, el presidente, la vicepresidenta o la Lola de la
Mancha lo venderán con éxito de crítica y público. Y a callar.
Hoy
mismo, día de muchas fiestas en España, - para mi, por parte de abuelo, es la
Barquera- a menos de 48 horas de la visita a España de la canciller de Alemania
le he escuchado en la radio a Josep Fontana, el historiador español, vivo, de
más renombre universal, que vivimos la revolución de los ricos. Es el título de
un libro de reciente aparición de dos economistas mejicanos.
Si
no fuera por la distancia abismal que les reconozco, me atrevería a enmendar al
ilustre autor de la mejor contestación a la babionada del final de la historia
de Francis Fukuyama. La revolución de los ricos es una contrarrevolución. La
revolución, y la mayoría no nos habíamos enterado, era haber conseguido lo que
teníamos.
Y
hay que ponerse a ello ya. Niños y ancianos, señoras y militares sin
graduación. El Cantábrico, y todos los mares de esta parte del mundo, se va a
ir enfriando hasta marzo y se volverá a calentar después, pero lo nuestro no se
va a arreglar si queda sólo en las manos de los que prometen ahora bajar los
impuestos que habían prometido que no iban a subir. Es por y para todos y por
tanto, una tarea de todos. Seguramente también de los partidos de la oposición,
que sin estar desaparecidos del todo, varios días por semana no ejercen.
El
titular podía haber sido über pero no le doy más importancia a la canciller
Merkel. Menos mal que no se dedicó al teatro, ni a la química que parece que
era su vocación original. Sólo en política se puede hacer así de mal y recibir
aplausos.
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