Creo que no calculé bien al escribir la semana pasada sobre el inicio de la “fiesta” en el seno del PSOE. Además de lo ya comentado entonces, debo añadir la particularidad antropófaga de la izquierda, o al menos de la izquierda española. Las salpicaduras, en esta época de tecnología de la comunicación enloquecida, llegan a donde menos se puede esperar. Sin querer y sin especial interés, se puede uno ver metido en la polémica. Las redes sociales van a cambiar los debates políticos y hay políticos profesionales que todavía no manejan nada bien los teclados pequeñitos, quizá tampoco los convencionales.
Lo dicho, si un amigo da su opinión, pongamos en Facebook, sobre lo que toca hacer ahora en el que ha sido el principal referente político de la izquierda española durante lustros, y otros, conocidos o no, dan también su opinión, favorable o no, la tendencia a dar la nuestra puede ser irremediable. Esa es una novedad. Aquella tendencia puede que de origen leninista, a “lavar los trapos en casa” ha sido heredada con entusiasmo por quien nada tenía que ver con ella. No me refiero ahora y sólo al PSOE. En el PP, al menos en eso, también son leninistas a machamartillo.
Pues se está acabando. Los trapos se lavan y cada vez más en la plaza pública de las redes sociales. En el avión que me ha traído a una de nuestras maravillosas islas canarias, sin despegar de Barajas, he empezado un acostumbrado ensayo de sociología aplicada. La pareja que se sienta a mi lado parece tremendamente correcta en las formas. Ella, mi vecina de asiento, me da los buenos días sin acabar de sentarse. Yo he llegado primero y ocupo la butaca junto a la ventana. Su chico la del pasillo. Minutos más tarde, sin despegar, un taco bastante sonoro viene de esa butaca junto al pasillo.
El le señala a ella una noticia de primera plana de un diario que yo no compro nunca, en relación con el todavía ministro portavoz del gobierno y algunos asuntos poco limpios que se le atribuyen. Me fijo un poco más en ellos. Soy muy clásico y aunque no deben alcanzar los cuarenta ninguno de los dos, no me habían parecido de aspecto “progre”. Sin embargo, la intervención en relación con Blanco parece “interna” … Cómo salgo de la confusión? Más tarde, sin prestar demasiada atención a la conversación que sostienen con una amiga, sentada en el brazo de la butaca delantera, pasillo, y con una relación con la tripulación que los denuncia a los tres como empleados de la compañía.
No hay, al menos en exceso, el tono que fuera de Madrid atribuimos al pijismo madrileño. Hay algo que me resulta muy sorprendente. Si la gente está/estamos dejando de leer prensa escrita, ellos llevan cuatro diarios, cuatro. Sin lugar a confusión. El clásico de la derecha de toda la vida, la escisión protagonizada por un académico, del que hoy no me va a dar tiempo a escribir, pero aquí queda a modo de asterisco, Ansón que lo sepas, te contestaré lo que tu supones una brillante columna sobre la II República. Dos, el tercero es uno que durante mucho tiempo jugó a ser radical de izquierdas y confundió a muchos y el cuarto … Confieso que no lo había visto nunca tan cerca. A ver, ya sabía que existía, y tiene un logo como una cadena de TV, con un torito o algo semejante. Pero no se lo había visto nunca, a nadie, en la mano.
Lo dicho, gente joven que compra esos cuatro diarios muy poco sospechosos de ser de izquierdas, opinan en tono medio alto sobre el ministro Blanco en clave que puede parecer “de casa” ¿Quién va a seguir insistiendo en lavar los trapos en privado?
Lo dicho, si un amigo da su opinión, pongamos en Facebook, sobre lo que toca hacer ahora en el que ha sido el principal referente político de la izquierda española durante lustros, y otros, conocidos o no, dan también su opinión, favorable o no, la tendencia a dar la nuestra puede ser irremediable. Esa es una novedad. Aquella tendencia puede que de origen leninista, a “lavar los trapos en casa” ha sido heredada con entusiasmo por quien nada tenía que ver con ella. No me refiero ahora y sólo al PSOE. En el PP, al menos en eso, también son leninistas a machamartillo.
Pues se está acabando. Los trapos se lavan y cada vez más en la plaza pública de las redes sociales. En el avión que me ha traído a una de nuestras maravillosas islas canarias, sin despegar de Barajas, he empezado un acostumbrado ensayo de sociología aplicada. La pareja que se sienta a mi lado parece tremendamente correcta en las formas. Ella, mi vecina de asiento, me da los buenos días sin acabar de sentarse. Yo he llegado primero y ocupo la butaca junto a la ventana. Su chico la del pasillo. Minutos más tarde, sin despegar, un taco bastante sonoro viene de esa butaca junto al pasillo.
El le señala a ella una noticia de primera plana de un diario que yo no compro nunca, en relación con el todavía ministro portavoz del gobierno y algunos asuntos poco limpios que se le atribuyen. Me fijo un poco más en ellos. Soy muy clásico y aunque no deben alcanzar los cuarenta ninguno de los dos, no me habían parecido de aspecto “progre”. Sin embargo, la intervención en relación con Blanco parece “interna” … Cómo salgo de la confusión? Más tarde, sin prestar demasiada atención a la conversación que sostienen con una amiga, sentada en el brazo de la butaca delantera, pasillo, y con una relación con la tripulación que los denuncia a los tres como empleados de la compañía.
No hay, al menos en exceso, el tono que fuera de Madrid atribuimos al pijismo madrileño. Hay algo que me resulta muy sorprendente. Si la gente está/estamos dejando de leer prensa escrita, ellos llevan cuatro diarios, cuatro. Sin lugar a confusión. El clásico de la derecha de toda la vida, la escisión protagonizada por un académico, del que hoy no me va a dar tiempo a escribir, pero aquí queda a modo de asterisco, Ansón que lo sepas, te contestaré lo que tu supones una brillante columna sobre la II República. Dos, el tercero es uno que durante mucho tiempo jugó a ser radical de izquierdas y confundió a muchos y el cuarto … Confieso que no lo había visto nunca tan cerca. A ver, ya sabía que existía, y tiene un logo como una cadena de TV, con un torito o algo semejante. Pero no se lo había visto nunca, a nadie, en la mano.
Lo dicho, gente joven que compra esos cuatro diarios muy poco sospechosos de ser de izquierdas, opinan en tono medio alto sobre el ministro Blanco en clave que puede parecer “de casa” ¿Quién va a seguir insistiendo en lavar los trapos en privado?