domingo, 6 de julio de 2025

A los orígenes. Ida y vuelta

 

Ya sé que van pasando otras cosas. Algunas muy importantes. Otras dramáticas. Sin excluir que alguna sea dramática a la vez que muy importante. Hoy no toca Rutte ni Trump. Nos quedamos en casa. No voy a hacer ni un comentario sobre alguien tan poco apreciado -¿Despreciable?- como Aznar- que demuestra a diario lo difícil que resulta ser ex- y no quiero decir que sea fácil estar en el puesto de presidente del gobierno. Que se lo pregunten al actual.

Pero estoy escribiendo a pocos metros de la iglesia en la que mi abuelo Ángel, fallecido antes de nacer yo, fue bautizado. Mi abuelo Ángel, carpintero, emigró con un hermano desde una aldea del concejo de Llanes hasta El Tejo, la fachada marítima de Valdáliga, en algún momento del último tercio del siglo XIX. Se casó con mi abuela Salomé, a la que tampoco conocí, y tuvieron once hijos, el último, mi padre, nacido en 1911. Hoy me he metido temprano a la mar a la que pudo meterse de joven mi abuelo Ángel. O su hermano.

En 1986 visité esa parroquia con mi padre y dos primos míos, nacidos en el área de Los Ángeles, en California, donde sigue asentada una rama de la familia. Esos primos eran hijos de mi tío Ángel, que pese a llevar el nombre de mi abuelo, no era el primogénito. Le tocó el segundo puesto. Los cuatro varones mayores se fueron a América huyendo de las guerras de África. También una de sus hermanas. Mi familia sigue por allí. California, Oregon, Florida, Costa Rica, Panamá, Cuba… Es una seña de identidad de muchos de nosotros y, ahora que algunos de mis amigos más recientes convocan de vez en cuando en su casa próxima a esa iglesia, siento algo especial. Como las veces que he pasado o tomado el tren de vía estrecha en Villahormes… O simplemente, cuando veo el rótulo del pueblo en la N-634.

Si digo que la noticia de la semana, para mí, ha sido la aparición de mis nietos en un programa de radio…Puede que alguien lo dude. Estaban en la feria del libro y al periodista le pudo sonar la cara del padre de las criaturas. Pudo entrevistar a otros pero lo hizo a los míos y…me ha gustado. Tampoco ha estado nada mal la cena del martes con los amigos más próximos antes de que las vacaciones empiecen a desperdigarnos. El motivo del encuentro fue escuchar a Sami Naïr y su desencanto sobre la Europa actual. Yo había llegado bastante antes a ese mismo desencanto pero visto lo que se nos viene encima, no hace mucho he abogado en este blog por seguir apostando por el modelo, con todas sus insuficiencias, retrasos, … Espero no llegar a ver que algún antiguo alumno me pueda reprochar mi pasado optimismo sobre el proceso de construcción europeo…

Y de vuelta a casa, la jornada y la semana todavía no se pueden dar por finalizadas. Otro compromiso adquirido con otras amigas, y es la tercera banda que cito en esta entrada de hoy. Una fortuna tener tantas relaciones de buena amistad. Se está celebrando en Santander un congreso de una asociación de escuelas cooperativas. Mi compromiso con la enseñanza pública es y fue firme, pero el tercer sector tiene mucho que ofrecer a la sociedad y no me puedo considerar ajeno. Me han pedido que muestre algunos aspectos de la realidad urbana de Santander a los/las asistentes de fuera. Y la agenda del Congreso es tan apretada que el recorrido, realizado muchas veces con mis alumnos, en esta ocasión será de noche. Una modalidad que estreno.

A los asistentes les hemos anunciado algo así: Santander es una ciudad profundamente transformada en su morfología y estructura urbanas a partir del siniestro que supuso el incendio de febrero de 1941. No es fácil imaginar el pasado histórico de la ciudad. Apenas quedan hitos anteriores a la citada fecha dentro del perímetro que ocupaba, muy aproximadamente, la muralla medieval. La primera en derribarse en España en el siglo XVIII, debido al crecimiento urbano que supuso la habilitación del Puerto para el comercio con las colonias…

Y a empezar otra semana de compromisos familiares, con los nietos de protagonistas.