Del último de octubre al primero de noviembre en dos imágenes. La película sobre el tsunami de Indonesia en la Navidad de 2004, y el hecho de que los demócratas en EE.UU se acerquen a una parte decisiva del electorado como si fueran misioneros. Quienes hayan visto la película “Lo imposible”, de J.A. Bayona, o recuerden cómo reciben por la calle o en sus casas a los Testigos de Jehová, a los mormones o a los cuáqueros… pueden entender casi todo lo ocurrido en esa aciaga semana. Las imágenes, ambas, me llegan a través de lo que escucho en la radio. Nunca he tenido cuenta en la plataforma de Musk. Me conozco. No es para mí. Ha contribuido tanto al triunfo del trumpismo –qué cerca de trampa- que puede que el magnate/mangante haya comprado un cargo en el próximo gobierno de los EE.UU. Eso es un triunfo definitivo del sistema.
La única luz, al final de un largo
túnel, es que se pasen, que sean glotones en su triunfo. Que los campesinos del
Medio Oeste – ojo, con un número de hectáreas de su propiedad que aquí se considerarían
latifundios- no se vean representados dentro de cuatro años, o de ocho. Los que
han celebrado el triunfo en Europa pueden ir preparando explicaciones en cuanto
en la otra orilla empiecen a aplicar las
políticas proteccionistas con las que han amenazado. También deben tomar nota aquí y allí, no es
nada nuevo, de las bolsas de abstención. Los distritos, fundamentalmente
urbanos, que nunca van a votar políticas conservadoras o directamente
neofascistas, pueden quedarse en casa –de hecho se quedan- si las otras
propuestas no son suficientemente alentadoras. Vale para Filadelfia y Atlanta,
pero también para Vallecas o La Albericia.
Y yo llevo semanas tratando de colar
por aquí algo que me resulta muy preocupante y que no es nada ajeno a lo que va
en el párrafo anterior, pero las noticias urgentes desplazan a las importantes.
Así, no me entretengo en las chorradas o maldades de María Pombo o Iker Jiménez.
Ni si el alcalde de Cartes, abandonando la carrera del árbol navideño más alto
del planeta, nos va a sorprender este año con alguna pijada de Papá Noël. Ni
siquiera que la caverna/búnker –me gustaba el término “raros” del colega
aspirante a la vicepresidencia con Kamala-
no respete ni al teniente general jefe de la UME, Javier Marcos, de la promoción del rey, que está haciendo mucho más
que todos los patriotas de pulsera juntos por normalizar el aprecio del
conjunto de la población a sus fuerzas armadas. Como una parte más del servicio
público. La ola privatizadora ultra ya alcanza –se ha visto en Rusia- a los
militares.
¿Qué llevo semanas retrasando? Confiando en el poder de las imágenes adjunto una. La noticia es del pasado 1 de octubre. Del texto me he permitido recortar algo que parece difícil de entender: “(…) el 68,6% de estos no informa a los padres sobre la “voluntariedad” de los pagos durante las entrevistas de admisión. Acción que la última ley educativa, aprobada en 2022, remarca que es ilegal.” Recordemos que es un informe de la propia patronal de la enseñanza ¿Se nos puede pasar por la cabeza que la Inspección de Hacienda o la de Trabajo fueran tan permisivas como las de Educación? ¿Se conocen muchas actas de infracción en este terreno? ¿Los propios sindicatos de la Enseñanza se han plantado seriamente alguna vez?
Pues es muy posible que esta sea una
de las vías de la desafección. De que –otro triunfo de Musk, Trump y sucursales- la idea del “todos son iguales” haga que millones de
votos que nunca irían a la cesta contraria, se queden sin emitir. Llevamos más
de seis años de gobierno progresista, en solitario o en coalición. Se ha
legislado bastante en el sentido que se supone que legisla la mayoría
progresista. Pero, ¿se emplean los medios suficientes para que se cumplan las
leyes? Educativas, de Memoria, de Igualdad… ¿Cuánto falta para la desafección
final?
Hoy va el asunto de enseñanza pero
también llevo semanas advirtiendo que tengo en rampa de salida uno de Sanidad. Si
no llega otro cataclismo en la semana de San Martín, a la próxima va. Prometido.
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